A la calle
El presente puede pulverizar récords en la Liga de la Protesta.
Los extranjeros que visitan España llevan siglos asombrados de la vida social y las algarabías en nuestras calles. Rondas, gozos, fiestas, romerías, revueltas, revoluciones... El año pasado fue grandioso en manifestaciones: de independentistas, feministas, animalistas, cazadores o pensionistas. El presente puede pulverizar récords en la Liga de la Protesta inaugurada a cuenta del famoso relator y con el juicio al “procés”o golpe de Estado, según quien diga. Se prevé una temporada mucho más animada con ‘manis’ de “las derechas” y de “los que quieren romper España” acuciados por tanta cita electoral.
Hasta en la España vacía, despoblada o simplemente pobre hemos visto vecinos, sobre todo de ‘finde’ y vacaciones, llenando calle en Alcolea del Pinar para que vuelva el cuartel de la Guardia Civil y en Teruel reclamando médicos especialistas. Lógicamente, el mal viene de atrás, si hacemos caso a los que mandan ahora. Dicen que les preocupa y que lo estudiarán.
Se anuncian más movilizaciones por los sancionados de Fraguas. Teruel Existe, Soria Ya, Otra Guadalajara, Paisanos de Sancho (Ciudad Real) y plataformas de siete comunidades “trabajan en red” para promover la “revuelta de la España vaciada”, que culminará en una gran manifestación, previsiblemente en abril, en las calles de Madrid. Formulada así, recuerda al motín de Esquilache o la toma de la Bastilla. Daría miedo, pero en comarcas como la nuestra ya no queda gente ni para echarse a la calle.
La aplicación de fondos estructurales ha sido un continuo fiasco en la mejora de las condiciones de vida y el freno de la despoblación. Los analistas serios temen que la algarada acabará como el rosario de la aurora. Los supervivientes carecen de una sola voz, como los nacionalismos ricos catalán, vasco o de la italiana Liga Norte. Apenas les une el sentimiento de abandono y el cobro de la PAC. Tampoco les atraen los grandes partidos a pesar de guiños como el trueque de la gaviota aznariana por una encina, la defensa de Vox de la caza, que a la definitiva es cosa de señoritos, o promesas huecas desde el casoplón de Galapagar y Moncloa.
Los logros serán dudosos, porque el llamado mundo rural ya no existe, y pasa como dicen en mi pueblo cuando se juntan unos cuantos y montan el guirigay: gente pobre, cuarenta conversaciones.