Adolescentes y algo más


Cuando hablamos de adolescentes lo hacemos como si fueran clónicos, y no es así. Los hay muy deportistas, muy estudiosos, muy responsables.

Nos hemos visto tiernos, en el confinamiento y comunicándose con los suyos, de forma online. Ahora pareciera, nos sorprende que salgan a encontrarse físicamente con los de su edad, muchas veces sin cumplir las medidas de seguridad que a todos nos obliga. 

El mundo insondable de los adolescentes, requiere de escucha, de paciencia, de afecto, pues ellos y generalmente se van a posicionar desde un “no te enteras de nada”.

Tengo la impresión de que les es difícil a los adolescentes hacerse entender, no solo por sus progenitores, sino por los adultos en general. Es más, esta pandemia, este confinamiento, me ha confirmado que tampoco las Administraciones, les preguntan, les escuchan. 

Cuando hablamos de adolescentes lo hacemos como si fueran clónicos, y no es así. Los hay muy deportistas, muy estudiosos, muy responsables, lo cual no garantiza que no tengamos conflictos con ellos por temas como el orden o la hora de llegada a casa. 

Estas breves líneas, se dirigen no a los medios de comunicación, sino a los periodistas, solicitándoles se interesen por el mundo de los adolescentes, de forma que no solo se reflejen los sucesos negativos, hechos violentos, botellones, etc. 

Todos los adultos hemos sido adolescentes, no sé si se nos ha olvidado, o es que nos molesta no serlo. 

Pero preguntémonos: ¿qué oferta de ocio real y participativa les proporcionamos a los adolescentes? Se me dirá que hay una música, una literatura, unos campamentos y otras actividades dirigidas a los adolescentes, pero sigo creyendo que es escasa y que no nace de lo que ellos solicitarían. 

Hay en el ambiente una equívoca percepción de que la adolescencia es un tiempo solo de inestabilidad, de reproches, de hormonas alteradas. Una tópica y reduccionista visión. A mí, que he dedicado la vida a la adolescencia, me gustaría que se les escuchase, también en los medios de comunicación, que expusieran sus ilusiones, sus esperanzas, sus miedos. Que nos hablasen de cómo ven su futuro laboral, de pareja, o que interpretasen lo que nos transmiten algunos adolescentes sobre el cambio climático; o que nos dieran su propia visión de las nuevas tecnologías. Que compartieran con nosotros los adultos sus disonancias, sus dilemas. 

Respeto al adolescente y respeto del adolescente, son exigibles. Nos aportan otras visiones, nueva frescura, pero también sirven de espejo, de lo que proyectamos en el hogar, en la escuela, en la publicidad, en el ambiente. 

Adolescentes que son el presente, no solo el futuro, que saben de la presión del grupo, a los que no se les transmite a veces sentimiento de trascendencia de la vida, o expectativas y esperanzas existenciales. Adolescentes que transitan por un mundo lleno de incertidumbre, donde aprecian algo que les es inimaginable, la vulnerabilidad. Que están escuchando hablar de enfermedad, de muerte, de duelo. 

Creo que haremos bien en poner el fonendoscopio al palpitar adolescente.