Constitución 2016

09/12/2016 - 14:11 Luis Monje Ciruelo

Hace varias semanas me informó alguien que había leído en un escaparate: "Constitución-Inmaculada".

Cuando defendía como periodista la Constitución a la muerte de Franco, no pensaba yo que defendía estos puentes de varios ojos que ocasionan pérdidas de dos mil millones de pesetas a la economía española, ni se me ocurría imaginar que entre estos “padres de la Patria” hubiera algunos que le darían la espalda sin más razón que la de que  ellos prefieren , por ejemplo, la República a la Monarquía, como si fueran los guardianes de nuestras esencias, y los demás, o sea la mayoría, no contáramos a esos efectos. Hace varias semanas  me informó alguien: “he leído en  un escaparate “Constitución Inmaculada”. –Será el dueño del PP-“le contesté. Fui a ver ese escaparate y comprobé que era de una agencia de viajes que hacía una oferta para el puente de estos días. Todo estaba aclarado porque nadie es tan políticamente incorrecto que aplique ahora  ese adjetivo a la Carta Magna. Hay que modificarla, claro, pero no tanto como quieren los políticos nacionalistas, y algunos no nacionalistas, sobre todo del lado de babor, que no tienen una idea clara de España. Porque decir “Constitución Inmaculada”, o su sinónimo  acrisolada, sin tacha, equivale aceptar que  los políticos que nunca miran a estribor consideran que la Constitución de 1978 es una Constitución intachable,   íntegra, sin faltas ni defectos, algo que no aceptarían, y que, sin embargo,  parecen dueños de los vientos y del horizonte, aunque se pasen la brújula y el sextante por el arco del triunfo.  Pero lo que yo quería decir, sin tantas metáforas náuticas, es que me fastidia  que políticos, hoy en candelero, estuvieran con los brazos cruzados y callados cuando se discutían los puntos programáticos de la Constitución que los iba a legalizar mientras otros dábamos la cara apoyando su necesidad en un ambiente más propicio al autoritarismo de la época que a la apertura hacia la libertad que traería la democracia constitucional. Y eso lo sufrí yo al considerarme algunos de los “guardianes del Régimen” un chaquetero o traidor y lo expresaron no sólo con gestos despreciativos y conatos de aislamiento social sino con daños a mi hacienda, pues en vísperas del referéndum me pincharon las cuatro ruedas del coche, que estaba en la calle, y me  pintaron de negro, como alguna vez ya he contado, la carrocería plateada sin que nunca se descubriera quienes fueron, aunque me lo imaginaba. Y menos mal, porque pudo ser peor.