El desfiladero del Río Dulce

10/02/2017 - 12:26 Luis Monje Ciruelo

Crónica de un viaje realizado el pasado domingo por toda esta zona.

Los viajeros que cruzan la Alcarria por los áridos llanos mesetarios de la N-II, deberían conocer el Parque Natural del río Dulce, entre Aragosa y Pelegrina, para que no se llevaran una impresión engañosa de la provincia sin necesidad de ir al lejano Alto Tajo, aunque quizá bastara con que se desviaran en algún tramo hacia el lado izquierdo de la carretera unos hectómetros para  descubrir el profundo valle paralelo del Badiel. Verían entonces las hermosas arboledas de la vega desde Almadrones a Muduex hasta que el valle se abre  hacia el Henares. En cuanto a conocer el barranco del río Dulce yo invitaría no solo a los que van por la carretera general, sino a muchos alcarreños que han pasado cien veces por Mandayona hacia Sigüenza y nunca se han decidido a desviarse hacia Aragosa. No es éste el mejor momento, porque los árboles desnudos restan belleza al paisaje. En primavera, con el verdor de las choperas, y en otoño por las tonalidades de los árboles de ribera, es una delicia visitar este desfiladero que nace en Aragosa y  llega hasta Jodra del Pinar Yo lo había hecho un par de veces en primavera y otoño entrando por uno y otro extremo, hasta La Cabrera. Me falta por recorrer un corto, pero difícil trecho, hasta Jodra del Pinar, angosto cañón en el que las rocas sólo dejan un  sendero junto al río. El domingo pasado era un día friolento, aunque en el desfiladero, entre árboles y rocas de cien metros la temperatura era soportable. Desde los altos se veia nevar por Atienza y la Sierra  Norte, y amenazantes nubes oscuras ocultaban la cumbre del Ocejón aunque permitían ver la alta loma del Alto Rey blanqueada por la nevada. En la misma Sigüenza, en la que nunca faltan visitantes, los peatones se protegían como podían de la cellisca  y, como si el ayuntamiento lo hubiese preparado, se llevaban la confirmación de que Sigüenza es una auténtica ciudad veraniega.. En Aragosa y la Cabrera, sin embargo, el microclima que proporcionan las altas rocas del desfiladero, suavizaban la temperatura y permitían salir del coche para contemplar los rápidos y cascadas de las cristalinas aguas del truchero río Dulce así como el planear de los buitres y el vuelo de los gavilanes que habían abandonado sus reposaderos. Los paneles informativos señalaban que entre la fauna del barranco hay nutrias, tejones y jabalíes, pero no los vimos. Tampoco localicé un hermoso tilo que conocí hace 20 años en los Heros, más allá de Aragosa, en la desaparecida fábrica de papel.