Fin del estado de alarma

21/06/2020 - 13:12 Pedro Villaverde Embid

Será un verano, el que también comienza oficialmente con el decaimiento del estado de alarma este domingo, diferente, extraño, peculiar, limitado, necesariamente peor que los anteriores. 

Nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan volver a una cierta normalidad, disfrutar de nuevo de la vida, de esas pequeñas cosas que formaban parte de ella y de las que fuimos privados por causa más que justificada, como tomar un café con alguien querido, echar el boleto de la quiniela, ir al cine, comer en un restaurante, pasear por el centro comercial, hacer una excursión de fin de semana o planificar un pequeño viaje. Muchos nunca hubiésemos pensado que no podríamos ni acercarnos a familiares, amigos o conocidos, estrechar una mano, dar un abrazo, estar normalmente hablando con alguien en la calle. La vida se nos hizo trizas y no hablemos de las agendas con sus conciertos, festividades, tradiciones, actos que rompían un poco la monotonía del día a día que ahora después de las privaciones sufridas descubrimos era mucho más animada de lo que nos lamentábamos. 

    La ‘nueva normalidad’ o realidad en la que nos adentramos este domingo sigue teniendo mucho de anormal porque iremos a una piscina por turnos, sin taquillas, seguiremos sin la afectividad propia de nuestro carácter latino, no disfrutaremos del placer culinario de un buffet libre, tendremos miramientos con tantos comportamientos que antes eran habituales y sobre todo, en un verano que en la provincia es sinónimo de verbenas, toros, conciertos y procesiones, no habrá fiestas patronales, reencuentros masivos, cercanía. Será un verano, el que también comienza oficialmente con el decaimiento del estado de alarma este domingo, diferente, extraño, peculiar, limitado, necesariamente peor que los anteriores porque habrá vigentes prohibiciones que se acrecentarán para quienes más sentido de la responsabilidad, la prudencia o miedo tengan.Tenemos la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, esa famosa segunda ola o rebrote que tal vez sea en su momento tan pequeña que ni apercibamos o incluso inexistente porque el virus se haya debilitado y marchado, pero que nos exige una seriedad que no deseamos, una necesaria cautela que nos frena el impulso o la ilusión.

    Es hora de ver el vaso medio lleno, estar contentos por la mejoría en nuestro día a día experimentada desde aquel apocalíptico 14 de marzo, y afrontar el estío con voluntad de cambiar de aires, de descansar, de estar con las personas queridas y hacer lo que buenamente podamos y que la salud nos acompañe.