La Consti

08/12/2017 - 12:15 Javier Sanz

Cuatro cantamañanas, que no habían nacido aún, hablan estos días del ‘régimen del 78’. Son los teóricos de medio pelo convertidos en partido político"

Así la llamaba Forges, y la dibujaba como una gordita entrañable a la que quería todo el mundo. El Blasillo se la declaraba, y hasta los perros, que andaban sobre las patas de atrás, le ponían ojitos. Los dibujantes suelen editorializar con dos trazos, pero la Consti merecía más y la adornaba con cuatro guirnaldas y la humanizaba como una tía solterona y bondadosa que regala más que recibe de sus sobrinos. La Consti había venido para quedarse porque todos la habíamos escrito, llegaba como Mary Poppins, hasta que cambiara el viento, con la seguridad de que el tiempo no cambiaría.
    Coincidimos en la taquilla de Atocha y sacamos un billete de cartón duro que nos picaría el revisor antes de llegar a Alcalá, íbamos en un Ferrobús de calefacción a chorro y todavía repasábamos algunos artículos de aquel catecismo pues había que votar a sabiendas y nos las dábamos de estar de acuerdo en “casi todo”, aunque “alguna cosa se podía mejorar”, menos mal que nunca nos preguntaron qué. Pocas veces fuimos tan responsables políticamente pues intuíamos que ese 6 de diciembre de 1978 se nos extendería a cada uno una credencial para circular por el mundo sin mirar para atrás, para sacudirnos ese polvo gris de cuarenta años que había hollinado el paisaje y aun los portales. Casi el noventa por ciento de los votantes estuvimos de acuerdo porque, aunque jóvenes muchos, queríamos más luz, salir de la umbría del franquismo, que olía a repollo y cuero de correaje cuartelero.
    Cuatro cantamañanas, que no habían nacido aún, hablan estos días del “régimen del 78”. Son los teóricos de medio pelo que en vez de hacer carrera de lo suyo se convirtieron en partido político y han caído en las instituciones para dar clases particulares de ética y redimirnos del engaño en el que vivimos. Son los embajadores del adanismo, los adalides de la honradez. Los que todavía vivimos los coletazos del franquismo y los duros inicios, breves, de la transición, también vimos pasar de largo algunos como ellos, del mismo hierro, pidiendo responsabilidades a la Luna y ofreciendo la salvación del planeta. Hasta la Real Academia Española les dio chance en el diccionario, si bien tiraron la definición a la baja. “Soplapollas”. No estoy de acuerdo. Habrá que revisarla. Sus teorías les hacen merecedores de algo más.