La historia nos pasará cuentas
La memoria histórica no servirá como argumento, sino que se volverá de manera enérgica contra quienes intenten despertarla.
Años atrás se celebró en Sevilla un congreso a alto nivel en el que se puso en juego el derecho a la vida de los no nacidos. Una parte mayoritaria de la sociedad tiene sobre ello una conciencia clara: el aborto es un asesinato, cobarde y cruel, desde cualquier punto que se le mire. Si ello se debe a que es preciso admitir que la vida moderna lo requiere, tendremos que considerar que el mundo de hoy precisa de un profundo reciclaje que urge fundir, como se funde una campana para que suene en el tono que le corresponde, y no con el sonido estridente a modo de exterminio consentido, sobre el soporte de una de las leyes más aciagas y fuera de toda razón que se puedan dictar, aprobar, y llevar a la práctica en lo que se pudiera llamar cultura de la muerte. Por mucho que nos lamentemos, estamos asistiendo a uno de los momentos más trágicos de la historia de la humanidad e incitando a que la Naturaleza se rebele.
No quiero pensar en lo que podrán decir de nosotros, de la poderosa civilización occidental del siglo XXI, encorsetada en un progreso ficticio, sin valores éticos según los más elementales dictados de la ley natural, quienes escriban la historia de nuestro tiempo en siglos venideros. La memoria histórica no servirá como argumento, sino que se volverá de manera enérgica contra quienes intenten despertarla. El respeto a la vida desde su primer instante es un imperativo moral al que todos tenemos derecho, también los no nacidos, al margen de todo ideario político y de cualquier concepción religiosa. Sálvese quien pueda. De esa horrible monstruosidad hay unos responsables directos; son los que proponen, aprueban y legislan en los parlamentos, haciendo uso de la confianza que depositaron en ellos, quienes con sus votos los sentaron en los escaños desde donde sacan adelante semejantes abusos. Otros, no menos responsables, son los que con su determinación al enfrentarse con las urnas, ponen en manos de aquellos ese poder; y si además son creyentes, como algunos muy significados manifiestan serlo, delante de Dios, y quiero pensar, que también de su conciencia.