Los vientos de Trump

20/11/2016 - 01:42 Emilio Fernández Galiano

Que Donald Trump se ha beneficiado de los vientos populistas, es incuestionable. Que su mejor director de campaña, lamentablemente, ha sido su predecesor, también.

El mundo entero trata de digerir la victoria de Donald Trump mientras contrasta que, una vez más, se han roto todas las previsiones, que, una vez más, la realidad supera a la mas creativa de las ficciones. Tras el Brexit o el referéndum colombiano como últimas referencias de auténticos despropósitos electorales, ahora llega un discutible empresario dedicado, entre otras facetas, a organizar concursos de “misses”, un obsceno mujeriego de tupé tan hortera como su propia imagen, su propio discurso, y es elegido, ni más ni menos,  presidente de los Estados Unidos. Resulta curioso observar cómo tanto “demócrata” se rasga hoy las vestiduras por un resultado demócrata. Quiero decir que más valdría reflexionar porqué ha sido elegido en lugar de quién ha sido elegido. 
    Por mucho que nos chirríe, debemos aceptar el resultado de unas elecciones de un país que, con todos sus defectos, se vanagloria de ser  uno de los más ininterrumpidamente democráticos,   y no sin fundamento. Nadie daba un duro por el personaje, nadie daba un dólar. Y ahí está. Aupado por una sociedad cansada de muchas promesas incumplidas, de un  futuro incierto, de una prosperidad nublada o unas ilusiones arrebatadas.  El tótem del inconformismo ha sido elevado a la Casa Blanca. El país de las oportunidades ha decidido darse una más. No nos engañemos, a Trump le ha votado la USA profunda, no la de las grandes capitales, sino la de los rústicos Estados, la de las latas de cerveza con la Super Bowl o la NBA como sus grandes alicientes, la del día de Acción de Gracias, la del tejano y la granja. La de la clase media y trabajadora, la de los 50.000 $ de renta que quiere conservarlos. En algunos Estados determinantes, ese electorado ha sido decisivo. 
    Para que ningún “inmaculado” se altere, me remito a las palabras del propio Obama tras las primeras declaraciones del presidente electo: “Me han gustado”. Pues a mi también –con todas las reservas, he de apuntar-. Ya me gustaría que en España, después de unas elecciones, cualquier líder vencedor dedicara al derrotado el discurso que Trump le ha dirigido a Hillary Clinton. También me gustaría que en nuestro país la edad de un político fuera irrelevante. Y su patrimonio. Con 70 años, un rico que ya ha disfrutado de todo, que ha colmado todas sus aspiraciones, que se lo ha comido y bebido todo, que ha gozado sexualmente de todo y que se ha ahínado de vanidad, ya siendo un “jubilata” ha emprendido su mayor objetivo vital. En ese sentido, es envidiable. No por el sujeto, válgame Dios, sino por el hecho de contrastar que allende los mares la edad no es un inconveniente. Aquí hay que ser un “yogurín” para tener futuro, un pipiolo charlatán y mediático, un sofón, que diría el clásico –búsquelo en Google, señor Iglesias-. Aquí nos “jubilan” a partir de los cincuenta, se nos aparca, nos incorporan a una “vacatio  in pectore” tal vez para no sonrojar tanta osadía, tanta insensatez, tanta bisoñez, tanta pijotería. Aquí hay que ser un imberbe doctrinal para ser cartel electoral –valga la excepción-.
    Que Donald Trump se ha beneficiado de los vientos populistas, es incuestionable. Que su mejor director de campaña, lamentablemente, ha sido su predecesor, también. Hay que huir de políticas radicales pero tampoco se puede gobernar de forma tibia. La prudencia y la moderación no hay que confundirlas con la tibieza y la duda, con la contemplación, con el “buenismo” de Azaña o Zapatero. Las hojas que no sepamos barrer con determinación se las llevará el viento para que las recojan otros y nos las devuelvan, ya podridas,  en una tempestad. Son los vientos populistas que aprovechan las indecisiones de otros. No prescindamos de nuestros héroes, pues el  más grande, ya mayor, fue el primero en luchar contra los molinos de v