1910


En opinión de muchas historiadoras la manifestación del 10 de julio de 1910 constituyó la primera gran manifestación de nuestro país que, considerando sus rasgos, podría definirse como feminista.

En un caluroso 10 de julio de 1910, miles de mujeres salieron a las calles de Barcelona a reclamar libertad para pensar por sí mismas, una potente declaración de rebeldía contra las estructuras más representativas del patriarcado que se resistían a admitir que las féminas tuvieran iguales capacidades intelectuales que los hombres y, en consecuencia, iguales derechos.

En opinión de muchas historiadoras, ese emplazamiento constituyó la primera gran manifestación de nuestro país que, considerando sus rasgos, podría definirse como feminista. No significa esto que antes no hubiera habido manifestaciones con una presencia notable de mujeres, pero esta de 1910 tuvo la peculiaridad de haber sido convocada por mujeres y, asimismo, con planteamientos de incuestionable naturaleza política.

Con esta manifestación de la no se conoce el número exacto de participantes, pero sí que fue la movilización femenina más importante y multitudinaria del periodo histórico conocido como Restauración (1874-1931) de alguna manera se inició la reivindicación de la igualdad ya no en la prensa, en una asociación o en una tertulia, sino en los espacios públicos desde los que se construía la ciudadanía.

Fuente: Nuevo Mundo. 1910.

Por eso las fotografías de esta movilización provocan en mí una gran emoción; reflejan a mujeres de hace ciento trece años inundando plazas y vías públicas pidiendo lo esencial, el libre pensamiento. Además, en ese mismo año, concretamente el ocho de marzo, se aprobó la Real Orden por la que se permitía a las mujeres realizar estudios superiores sin restricciones legales.

La principal responsable de este evento fue la gran Ángeles López de Ayala, una de las intelectuales feministas más relevantes del cambio de siglo del XIX al XX y líder de la Sociedad Progresiva de Barcelona, que estableció relaciones con partidos demócratas y republicanos, así como con el Partido Radical que encabezaba Alejandro Lerroux. De hecho, las principales entidades de la comisión organizadora fueron la Progresiva de Barcelona y la Agrupación de Damas Rojas, vinculada al Partido Radical.

Bajo el lema de «Abajo el clericalismo. Arriba la libertad», las consignas de la manifestación se situaron alrededor del librepensamiento y el rechazo a la influencia del clero en la sociedad, particularmente sobre las mujeres, pues la manifestantes entendían que la posición reaccionaria de una parte de la curia eclesiástica suponía un freno para el progreso y para los avances hacia una mayor igualdad.

La manifestación transcurrió sin incidentes en medio de una atmósfera ilusionante. En algunas crónicas periodísticas como la de La Vanguardia se habla de la asistencia de muchas chicas jóvenes «con trajes domingueros», lo que indica el ambiente festivo que se respiró. La protesta finalizó con Ángeles López de Ayala asomada a un balcón al más puro estilo de Emmeline Pankhurst (la emblemática sufragista británica) y, lo que resulta aún más extraordinario, entregando al gobernador civil su manifiesto acompañado de veintidós mil firmas.

    A lo largo de la semana anterior, aunque especialmente durante el tres de julio, se congregaron manifestaciones similares en numerosas ciudades de España (incluida Barcelona), si bien, a diferencia de la de la capital catalana del día diez, el resto no fueron convocadas exclusivamente por mujeres y para mujeres, sino que se trató de manifestaciones populares mucho más masculinizadas aunque, eso sí, con las mismas motivaciones.

Una de las movilizaciones más renombradas fue la de Guadalajara, a pesar de que no contemos con un registro gráfico de la misma como sí ocurrió en otros lugares. Así, en el Flores y Abejas del mismo tres de julio se informaba de que los actos comenzarían a las diez de la mañana con un mitin organizado por las Sociedades Obreras en el Teatro Principal, para luego recorrer «las calles en manifestación pacífica, para lo cual se ha solicitado el correspondiente permiso».

Hoy en día vivimos en un Estado aconfesional en el que, a través del artículo 16 de la Constitución española se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto, sin que «nadie pueda ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias». Esta perspectiva no es incompatible con la defensa del laicismo, o sea, con que el Estado se rija sin imposiciones de carácter religioso.

Pues bien, en este sentido he de decir que tengo la sensación de que la denominada «teoría queer» empieza a instaurarse como una especie de religión incuestionable e institucionalizada de la que no se puede discrepar sin que inmediatamente, y sin discusión crítica, alguien haga una acusación de transfobia (incluso, yendo más allá, de «lgtbifobia»), como si de la Inquisición se tratara, teniendo como resultado que muchas feministas se hayan visto canceladas por mantener posturas contrarias al queerismo.

Por ello, quisiera terminar reivindicando que la lucha contra las discriminaciones del colectivo LGTBI pueda hacerse desde otros marcos conceptuales, por ejemplo, desarrollando la propuesta feminista de abolir el género como sistema de opresión que es, en vez multiplicarlo mediante innumerables etiquetas y convertirlo en un elemento identitario.