30 Monedas: Mandalorian y Nicolas Cage, todo junto y a la vez

19/01/2021 - 14:45 J. Pastrana

Álex de la Iglesia escribió un tuit hace unos días: “El exceso. La auto parodia. La diversión. El cinismo. La farsa. Nicholas Cage. No puedo amarlo más”. Y hasta que salió a relucir el nombre del actor, que ha terminado convirtiéndose en un género en sí mismo, uno bien podría haber pensado que De la Iglesia estaba definiendo su propio cine.

No nos engañemos: 30 Monedas no es perfecta. A veces el ritmo es demasiado precipitado y tanto algunas escenas de acción como los efectos digitales son mejorables. Pero aún con eso, es el mejor producto de género fantástico de serie B (e incluyo aquí a la serie A y productos internacionales como los Locke and Key y territorios Lovecrafts) que un servidor se ha podido echar a la cara en años. Disfrutona como pocas y sincera consigo misma, es el Nicolas Cage de nuestro cine fantástico cañí y también nuestro propio Mandaloriano. Todo a la vez, junto y mezclado. Lo digo, lo afirmo y me quedo tan ancho.

 

Foto: Manolo Pavón

Desde el primero de los ocho capítulos que conforman esta temporada, 30 Monedas se lanza a una carrera. Una carrera que tiene un único objetivo, no aburrir al espectador. Y quizás en ese empeño de contar, avanzar y suceder, sea donde más se echen en falta algunas escenas de transición más, algún respiro para crear atmósfera, un pelín más de construcción de personajes.

Sin embargo, lo que asombra de 30 Monedas es su capacidad para mantener ese ritmo de sprint durante toda una carrera de fondo. Otro producto podría haberse agotado en un par de capítulos, pero a la serie de Álex de la Iglesia y su indispensable Jorge Guerricaecheverría parece que nunca se le acaban las ideas. HBO les ha dado la oportunidad de cumplir con sus sueños húmedos y vaya si la han aprovechado.

En esta serie uno reconoce a los jóvenes transgresores y descarados que parieron El Día de la Bestia, sí, pero también Acción Mutante y La Comunidad. Nunca nadie demostró tanto cariño a la hora de retratar personajes extremos y outsiders. Porque aunque sus protagonistas sean un par de ´guapitos´(que lo son y mucho), aquí quien parte el bacalao es Eduard Fernández, nuestro imprescindible Eduard Fernández, que siempre ha estado aquí y parece que no (vean Fausto 5.0 los amantes de esta serie, por cierto).

 

FOTO: Manolo Pavón

A la vomitera de ideas conceptuales le acompaña además un deslumbrante despliegue artístico. Porque sí, algunos efectos digitales cantan para mal, pero los escenarios que nos regala la serie son el matrimonio perfecto entre música clásica y opera. Elevan 30 Monedas más allá del papel y sus personajes, creando un universo fascinante y misterioso. Magia pura.

Y luego está el tono. En algunos momentos las escenas de acción chirrían y uno se pregunta si no podrían haberlas dejado en manos de un especialista en la materia, pero luego se comprenden dentro del tono de la serie y cuadran a la perfección. Porque 30 Monedas es sarcasmo, parodia y humor negro. Es un tipo pidiendo un autógrafo al Papa Satánico antes de la misa negra definitiva. Es una aterradora Carmen Marchi abrazando al bebé gigante más malrollero de la historia del fantástico español (tampoco es que haya muchos más). Es Macarena Gómez muy a tope y Pepón Nieto como promesa de héroe a su pesar, más incluso que Miguel Ángel Silvestre y Megan Montaner. Es Javier Bódalo siendo el tonto del pueblo más sabio y carismático y es un Paco Tous turbio... pero turbio, turbio. Bueno, y a María Jesús Hoyos ni la califico no sea que se me aparezca por la noche. 30 Monedas es un despliegue interpretativo que hace salivar a cualquiera que siga mínimamente la industria nacional.

Como Mandalorian, 30 Monedas es autoconsciente de sí misma y alcanza la excelencia desde la humildad de quien solo quiere divertir. Es lo que es, sí, pero no como excusa, sino como acierto. Es exactamente la promesa de una saga épica de Serie B que bien podrá ser historia del audiovisual español, una obra que ilusiona y atrapa. Y también es Nicolas Cage: excesiva, autoparódica, divertida, cínica… y una farsa perfectamente orquestada. Una jodida maravilla.

 

PD: Reclamamos una versión extendida de esta primera temporada. Es justa y necesaria,