425 años desde que, según la creencia popular, San Diego de Alcalá libró a Cogolludo de la peste

12/11/2024 - 23:37 Redacción

Poco antes de las 13 horas sonaban esta mañana, por dos veces, las campanas de la Iglesia de Santa María, que está en lo más alto de Cogolludo, siempre con permiso del castillo, dinamitado por el general Hugo en 1811.

En ese mismo momento, sobre el campanario, sobrevolaba, en perfecta formación, una gran bandada de grullas, haciéndose eco del tañido serrano. Procedentes de La Taiga, volaban en dirección a Extremadura, donde suelen pasar el invierno.

En el interior de la Iglesia esperaba San Diego de Alcalá, representado en una talla de los años cuarenta del siglo XX, adornada con la típica rosca del santo, cuya primera receta data, nada menos, que del siglo XVIII, tal y como atestigua la amplia investigación al respecto del historiador local Juan Luis Pérez Arribas.

Según explicaba esta mañana el alcalde de Cogolludo, Juan Alfonso Fraguas, para Cogolludo San Diego de Alcalá es “el sanador y el salvador de la villa”, en alusión a que hoy hace exactamente 425 años que los restos incorruptos de este fraile franciscano llegaban al pueblo, después de que una epidemia de peste lo hubiera asolado a partir del verano de aquel año aciago. Llegar y remitir la peste, fue todo uno.

¿Casualidad o milagro? Cada uno puede pensar lo que quiera. En todo caso, las gentes de Cogolludo siguen venerando a San Diego de Alcalá como patrón del pueblo, tal y como proclama el libro de acuerdos de la común de la villa de Cogolludo, el 15 de noviembre de 1599. Según decía el acta, San Diego de Alcalá será “patrón de Cogolludo y su tierra hasta el fin del mundo”, para terminar dando los detalles de cómo se ha celebrar la fiesta. Muchos de ellos se mantienen hasta el día de hoy.

Francisco Martínez, uno de los mayores de Cogolludo, recordaba esta mañana que, según se ha transmitido de padres a hijos en el pueblo, “San Diego salvó muchas vidas”, añadiendo que “ojalá hubiera habido un San Diego en Valencia, estos días, para frenar lo que pasó”. Este mismo sentimiento lo expresaba Ciriaco Bodega, otro de los veteranos que no ha faltado a la fiesta patronal, pese a caer este año en martes. “Aquí apretó mucho la peste, y lo que celebramos hoy es un símbolo de lo que hizo San Diego por nosotros. No queremos que deje de existir esta fiesta de nuestro patrón, ni de conmemorarla con el vino y la rosca del santo”.

Al finalizar la misa, la talla salía a hombros de los fieles por la puerta principal de la Iglesia, para dar tres vueltas al atrio del templo, verdadera balconada sobre la Sierra Norte y la campiña de Guadalajara. La imagen del santo era seguida por el cetro de la antigua Cofradía del Santo, hoy desaparecida, que portaba el alcalde de Cogolludo.

A continuación, el Ayuntamiento de Cogolludo invitó a los presentes a la rosca del santo, dulce exclusivo de Cogolludo, que la panadería local, la Tahona del Abuelo, elabora siguiendo la antigua receta: 3 libras de aceite, 5 cuartillos de agua, 1 libra de azúcar, un poco de sal, anís en gran medida, dos cuarterones de levadura de panadero, y harina, la que pida.

Antes de empezar a comer, el alcalde de Cogolludo destacaba, al hilo de los hechos históricos, “la solidaridad de la comarca”, y concretamente de los habitantes de Jadraque, Espinosa, Cogolludo, Fuencemillán, Miralrío y otros municipios, que, coordinada por Protección Civil de Cogolludo ha recabado más de nueve toneladas de enseres y alimentos para ayudar a los afectados por la DANA. “Que la luz de la esperanza continúe”, ha deseado el regidor. El párroco local, Mauricio Muela, bendecía los alimentos antes de que el pueblo los compartiera en el Salón de Plenos.

 

Los hechos históricos

La peste se había declarado en Flandes a final del siglo XVI. Quizá el ir y venir de los Tercios españoles propiciara que la peste desembarcara en las costas de Cantabria en 1596, extendiéndose de norte a sur por toda la península. Se extinguió en 1602, después de causar más de medio millón de muertos. En febrero de 1599 se declaró la peste en Segovia. Probablemente desde allí llegara a Cogolludo, con el incesante ir y venir de los arrieros y sus mercaderías.

En la villa serrana se declaró en el verano de 1599, siendo su primera víctima la mujer de Miguel Yanguas, que murió el 3 de julio de aquel año. Lamentablemente, le seguiría una larguísima lista de fallecidos de 539 personas en 5 meses, con días aciagos, como el 29 de agosto, en el que se enterró, solo en la Parroquia de San Pedro, a 20 personas.

Una de las primeras medidas que adoptó el Concejo de Cogolludo fue cerrar las puertas de la muralla para impedir la entrada y salida de la villa. Por otra parte, el Concejo corrió con gran parte de los gastos que originó la peste, por lo que se vio obligado a requerir los caudales del pósito.

Acudir al auxilio divino fue otro de los recursos de los cogolludenses. No quedaron olvidados los pobres de la villa, cuya pobreza se vería más acusada por esta causa. El Concejo los socorrió en varias ocasiones durante la pandemia, como atestigua la investigación documental del cronista oficial de la villa, Juan Luis Pérez Arribas.

San Diego de Alcalá disfrutaba en Cogolludo de mucho prestigio a causa del Monasterio que los franciscanos tenían establecido en la villa desde 1557. Los frailes difundieron la fama de santidad y milagros del santo en Cogolludo. Esta fue una de las razones principales para instaurar la Cofradía en el Monasterio. Pese a que ya no existen la Cofradía, ni el Monasterio, si se conserva un cetro, que data del año 1758. Lo porta, desde siempre, un concejal del Ayuntamiento en la fiesta de San Diego y en la del Corpus Christi.

Según cuenta la tradición, sin que haya confirmación documental, la intervención de fray Juan Cortés, padre guardián del Monasterio de Frailes menores de San Antonio, fue decisiva para el traslado de los restos de San Diego, en procesión, desde Alcalá de Henares hasta Cogolludo. Llegaron a la villa el día 12 de noviembre, un día antes que la iglesia celebrara la fiesta de San Diego (13 de noviembre), momento en el que comenzó a remitir la epidemia.