Adiós al viejo profesor

21/07/2020 - 22:22 LUIS MONJE CIRUELO

Artículo publicado en Nueva Alcarria el 26 de mayo de 1977

Ayer fue Don Claudio, hoy es Don Daniel. Los recuerdos estudiantiles afluyen a borbotones y se vuelve uno a ver con pantalón corto en el patio del viejo Instituto, frente a Correos, bajo la antigua palmera sustituída por la que hoy es ya tan alta como aquélla, aunque ahora no tiene muchachos en su derredor. La muerte de un viejo profesor es siempre un poco la muerte de cada uno de sus discípulos. Muere en cada uno de nosotros el joven que fuimos, la inconsciencia de unos años en que no supimos apreciar la entrega vocacional de los profesores, la irrreflexión de una época que quizá no aprovechamos debidamente.

Con la muerte de don Daniel Carretero nos duele otra vez la trágica muerte reciente de don Claudio Pizarro. Los dos desempeñaron puestos semejantes en el viejo Instituto, los dos fueron auténticas instituciones estudiantiles, tal vez por su enraizamiento en la provincia, al contrario que otros profesores que sólo enseñaron de paso. Don Daniel fue profesor en el Instituto y catedrático y director de la Escuela Normal para maestros en ciernes, entre estos, para mi satisfacción, de una discípula  adolescente que años después sería mi madre.

Con su gesto afable y paternal y su voz agradablemente pastosa, don Daniel compensaba la aridez de las Matemáticas que enseñaba a unos jóvenes por lo general poco inclinados a ellas. Era un profesor serio, de velada sonrisa, al que nunca vimos reír a carcajadas, pero tampoco irritarse excesivamente. Con su aire suave y amical ponía ceros y bajísimas calificaciones sin perder la compostura de un buen padre de familia. Con su pelo entrecano y su abrigo de paño, siempre de color oscuro, llegaba a clase como pidiendo perdón  por venir a inquietarnos con sus enrevesadas fórmulas y sus exactos teoremas y demostraciones.

Al aprobar séptimo curso y pasar la difícil barrera del Examen de Estado me alejé del Instituto y de sus antiguos profesores, aunque algunos seguían residiendo en Guadalajara. Don Daniel, Don Claudio, Don Adolfo –éste, afortunadamente, todavía entre nosotros- pasaron a un segundo plano en nuestras vidas. A ellos les llegó la jubilación y a sus alumnos los años uno detrás de otro con tal rapidez que ahora somos ya tan viejos como ellos eran cuando estudiábamos el Bachillerato. La separación física de don Daniel, que residía largas temporadas en Madrid, y a quien no había vuelto a ver después de su jubilación, no había debilitado los lazos de afecto, respeto y gratitud creados hace ya más de treinta años.

Profesor de tres generaciones de alcarreños, la noticia de su muerte traerá a innumerables hogares entrañables recuerdos estudiantiles. De repente, han acudido a nuestra memoria olvidados compañeros, muchos de ellos desaparecidos para siempre a lo largo del camino, precediendo anormalmente a los profesores.  Cuantos vivimos juntos aquellos maravillosos años de despreocupado estudio, quizá los mejores de nuestra vida, hemos sentido, a pesar del alejamiento aparente, que con la muerte de don Daniel Carretero Riosalido se ha roto uno de los vínculos que nos unían. Con él se han ido una época y un estilo. Descanse en paz nuestro anciano profesor.