Adviento con María
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
JOSÉ SÁNCHEZ GONZÁLEZ Obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara
Para una recta celebración del santo tiempo de Adviento, la Iglesia nos ofrece en la Virgen María una guía segura y una ayuda extraordinaria. Nadie mejor que ella ha vivido ni vivirá el tiempo de preparación para la Venida de su Hijo, para el Nacimiento del Salvador. A los afectos y cuidados de la mejor de las madres hacia su hijo, unió María su íntima relación espiritual con aquel Niño, concebido en sus entrañas por obra del Espíritu Santo y del que el Ángel, en la Anunciación, le dijo que sería el Hijo del Altísimo, el Santo, el Salvador del pueblo.
Podemos imaginarnos la sublime conjunción de los cuidados de la madre con los sentimientos y actitudes de la mujer creyente, que adora el misterio que se oculta en ella, que ora, contempla, canta, alaba y da gracias, que espera a su Salvador y ama en la misma persona al Hijo de Dios y a su hijo.
En la conversación de María con el Ángel en la escena de la Anunciación; en el diálogo con su prima Isabel en la Visitación, en el canto del Magnificat, en el silencio contemplativo de la Virgen Madre, en su asidua lectura o consideración de los Profetas que anunciaban la Venida del Mesías encontramos el modelo perfecto para nuestra actitud y para nuestros sentimientos ante el Misterio del Dios Encarnado, ante su Nacimiento, que nos disponemos a celebrar, ante el Salvador y Redentor, que viene a liberarnos y a hacernos hijos de Dios. Alegría anticipada, acción de gracias, deseo y súplica, esperanza, preparación espiritual para la acogida, el adorno con las buenas obras, desprendernos del lastre que nos impide salir presurosos al encuentro con el Señor que viene son actitudes y sentimientos que nos inspira María, la Madre del Señor. A ello nos invita.
Con su guía y protección entramos seguros en la segunda semana del Adviento, que comienza con este II Domingo, 6 de diciembre, Además, la solemne celebración de la Inmaculada Concepción de María, el próximo día 8, nos brinda una magnífica oportunidad para profundizar en nuestra relación con la Madre de Dios y Madre nuestra y pedirle que nos acompañe y enseñe a vivir y celebrar, como ella, la espera y pronto el Nacimiento de su Hijo, nuestro Salvador.