Air: Pulso, tono... y zapatillas

27/04/2023 - 16:45 J.Pastrana

Coinciden en estos días dos estrenos interesantes. Uno es Tetris, la película que relata la increíble historia de cómo el popular juego llegó a convertirse en un fenómeno de masas. La otra es Air, que relata los entresijos de la operación comercial que terminó de convertir a Nike en el Dios de las zapatillas de baloncesto  gracias a Michael Jordan. La primera tiene mucho mejor trama que la segunda, con espias rusos y hasta persecuciones. La segunda es notablemente superior. 

El cine parece haber encontrado filón en historias sobre el capitalismo. Es lógico pensar que probablemente muchos de los grandes exitos económicos de la historia se hayan fraguado en negociaciones o empeños personales dignos de ser relatados y recordados. Otra cosa es que tengan una lectura tan benévola y positiva como los dos ejemplos que nos ocupan. 

En el caso de Air, nos encontramos ante la historia de Sonny Vaccaro, el tipo que supo ver en Jordan la estrella en la que el jugador de baloncesto terminaría convirtiéndose. Años 80, Nike apenas hace caso a su línea de zapatillas de baloncesto. De hecho, está pensando en cerrarla. Sin embargo, uno de sus responsables, el bueno de Sonny, cree que un joven recién salido de la universidad puede ser el revulsivo que necesitan y le quiere para que sea la imagen de sus zapatillas. No será fácil. A Jordan lo que le gustan son las Adidas. Y además Sonny no solo tiene que convencerle a él, debe lograr que hasta sus propios jefes confíen en el pálpito que ha tenido. 

Air es, ante todo, una comedia dirigida con brillante pulso y ritmo cinematográfico por Ben Affleck, que se reserva un papel con el que poder interactuar con su gran amigo y protagonista del film, Matt Damon. Es este último quien pone rostro y corazón al largometraje, haciéndo ese papel que tan bien se le da de tipo corriente, pero motivado. Un cínico soñador con el que espectador no tarda en empatizar. Jason Bateman, Chris Tucker y Viola Davis completan un reparto sensacional en el que los diálogos y miradas funcionan de manera perfectamente sincronizada. 

Lo más increible de Air es que resulte tan divertida de ver a pesar de tener tan poco que aportar. Todos conocemos el final de la historia y tampoco es que ocurra nada sensacional para alcanzar el éxito. Si acaso, la película reivindica el papel del ser humano como soñador e impulsor del cambio por encima de las grandes corporaciones de protocolos inalterables y riesgo cero. Resulta fácil ver en esta producción, además de esa defensa del liberalismo, una reivindicación del cine hecho desde el corazón y no desde las fórmulas o algoritmos, del cine de antes, el de los creadores comerciales por encima de las franquicias. Ese al que el público, por mucho que habra la boca para quejarse de que todo es igual, tan a menudo da la espalda. Air es una producción estupenda, fácil de ver y amable, mucho más divertida que esas producciones que tan empeñadas parecen en durar tres horas. Un película hecha con corazón y cariño. Y se nota.