Al otro lado del río Jaramilla
Las curvas se suceden cada cincuenta o cien metros, dibujando de cara al barranco las formas del terreno.
Esta es para muchos la comarca más desconocida de Guadalajara. No me atrevería a juzgar si la más bonita o no, habida cuenta que la nuestra es una provincia hermosa. En cambio, sí que podemos decir que es la más agreste, la más singular, la más al antojo de la madre naturaleza, la más auténtica de nuestras comarcas de montaña, y en la que se dan las especies más puras tanto en la flora como en la fauna, también en el carácter humano de las gentes que por allí viven, en los modos de vida y en el paisaje.
Vamos a tomar en los aledaños de Campillo, y sin haber entrado en él, la carretera que nos sale a mano izquierda, hacia Roblelacasa. El pueblecito de Roblelacasa no see alcanza a ver, queda escondido al otro lado de una cuesta, extendido a lo largo de una vertiente sobre su peana de peñas pizarrosas. En los bajos de junto al camino se aprietan los robles y los chopos desnudos. Algunas reses de vacuno se dejan ver en ocasiones careando en las cercas de piedra o de alambre de espino entre la maleza. El descenso al puerto llegará enseguida. Las curvas se suceden cada cincuenta o cien metros, dibujando de cara al barranco las formas del terreno. Silencio alrededor. Por el cielo merodea una pareja de aguiluchos, y más al fondo se deja sentir el murmullo de las aguas del Jaramilla colándose por entre las peñas. Dicen que las truchas prefieren para vivir los escondrijos en las corrientes que hay a estas alturas del río. El puente sobre el Jaramilla es una obra magnífica de ingeniería, levantado con lajas de pizarra superpuestas sobre tres ojos. El agua limpísima la alcanzamos a ver desde lo alto del puente a no menos de veinte metros de altura, corriendo por el ojo central. En ambas vertientes se retuerce la carretera flanqueada de murallones pizarrosos, de piedras resbaladizas, de tierra oscura y pequeñas láminas en donde crece la jara y el chaparro. Más arriba, sin haber concluido el ascenso, se empiezan a ver las casas del nuevo Corralejo, el pueblecito de los chalés y de las modernas mansiones para el verano, que apenas reconocí hasta haber llegado a su placita de la iglesia, a manera de pequeña ermita que sirve de parroquia.