Alexandrine Tinne protagoniza la biografía del Centro de la Mujer en octubre
28/10/2013 - 12:44
En la mítica búsqueda de las fuentes del Nilo, pocos saben que entre los intrépidos exploradores del siglo XIX se encontraba una mujer. Se trata de Alexandrine Petronella Francina Tinne (Alexandrine Tinne), nacida en La Haya el 18 de octubre de 1835, hija de un comerciante holandés, quien huyó a Inglaterra durante la invasión napoleónica de su país, y de su segunda esposa, la baronesa Henriette van Capellen, hija de un famoso almirante de la Armada neerlandesa.
Su padre falleció cuando Alexandrine tenía 10 años, convirtiéndose probablemente en la más rica heredera de los Países Bajos. Recibió una esmerada educación, impartida no sólo en La Haya, sino también en Londres y París, capitales éstas donde consiguió un excelente dominio de ambos idiomas. El carácter liberal de su familia la impulsó a viajar a Egipto a la edad de 19 años. Atraída por el pasado de Egipto y de Asia Menor, Alexandrine y su madre, cabalgan durante cinco días a lomos de burro y camello, para alcanzan las orillas del Mar Rojo, y proseguir más tarde su viaje a Tierra Santa y Damasco, con grave riesgo de su vida en aquella época y lugares por su condición femenina.
A sus 22 años, toma la decisión de explorar las míticas fuentes del Nilo. Y acompañada de su madre, remonta el curso del río hasta Wadi-Haifa en tierras nubias, a escasas millas del templo de Ramsés II. La segunda catarata del Nilo obliga a las expedicionarias a regresar. Tres años más tarde, añadiendo a su equipo a su tía, prepara una gran expedición atacando el Nilo desde el otro lado de la catarata, en Sudán. Gracias a la fortuna de su familia, compra un pequeño barco de vapor que remolcará dos botes llenos de provisiones para alimentar a las tres damas, a su servidumbre, a los navegantes árabes, a unos cuantos soldados, a un caballo, a un burro y a cinco perros (que había que desembarcar dos veces al día).
La expedición se dirigió a un lugar llamado Jabal, pero las provisiones comienzan a escasear y Harriet, la madre de Alexandrine, regresa en el vapor a Jartum en busca de alimentos frescos. Allí se encuentra con una pareja inglesa, a quienes les cuenta sus planes, escribiendo él a su hermano en Londres: Me he enterado de que unas damas holandesas, sin la compañía de caballero alguno, se están desplazando por los territorios de los dinkas. ¡Deben estar locas!.
Loca o no, Harriet consiguió sus alimentos y los llevó en el vapor a Jabal, donde la esperaba el resto de la expedición y reanudan con gran dificultad la navegación aguas arriba. Las damas holandesas llegan a Gondokoro con su vapor, lo que produce gran interés entre los nativos al atracar en el muelle. Aunque éstos les informan de que es imposible avanzar, Alexandrine decide seguir adelante hasta Juba donde se convence de la necesidad de retirarse. Esta decepción provoca que caiga enferma y la expedición se detiene durante todo un mes a que se recupere. Aprovechan para interrogar a los nativos por las fuentes del Nilo, quienes se ríen contestándoles que no existen. Evidentemente las damas holandesas no les creen y se desplazan a pie por la orilla desde donde descubren una serie de rápidos.
El estado precario de la salud de la joven les devuelve a Jartum un mes más tarde, donde se muestran orgullosas de haber sido las mujeres europeas que más habían avanzado en la búsqueda de las míticas fuentes del Nilo. Picada por la curiosidad, Alexandrine decide explorar ahora el interior de África navegando en su vapor hasta el mayor afluente occidental del Nilo, y después por tierra hasta el Lago Chad. ella esperaba descubrir también las fuentes de río Congo, objetivo perseguido por los exploradores victorianos, entre ellos el capitán Speke, que, conocedor del intento de las damas holandesas, les advirtió del serio peligro del clima en esa zona de África.
Sin embargo, Alexandrine decidió seguir adelante con su proyecto, mientras que su tía permanece en Jartum. A fin de alcanzar el río Gazelles, navega río arriba casi 500 km hacia Gondokoro. Comenzó la estación de lluvias incesantes, las tiendas se vinieron abajo y no pudieron impedir que sus ropas estuvieran permanentemente empapadas. Los soldados se amotinaron exigiendo raciones de comida más abundantes, además de nuevo Alexandrine cae enferma, y su madre, la doncella preferida de su madre y un sirviente fallecen poco después. Alexandrine sufre con el remordimiento de haber persuadido a su madre de que la acompañara en su expedición africana.
Su tía organiza una expedición de rescate que parte de Jartum encontrando a Alexandrine en Waw. De nuevo la tragedia se ceba en la expedición, pues la tía fallece consecuencia de las fiebres.
En Europa las expediciones y hallazgos de Alexandrine empiezan a ser conocidos y admirados, y los periódicos le dedican piropos como amazona sin miedo, cumplidora indefectible de sus objetivos. Además Alexine tuvo tiempo e interés en diseñar una bicicleta adecuada para que la mujer victoriana pudiera guardar su modestia.
En Europa las expediciones y hallazgos de Alexandrine empiezan a ser conocidos y admirados, y los periódicos le dedican piropos como amazona sin miedo, cumplidora indefectible de sus objetivos. Además Alexine tuvo tiempo e interés en diseñar una bicicleta adecuada para que la mujer victoriana pudiera guardar su modestia.
El Sáhara era el siguiente reto que Alexandrine tenía en mente. En 1869 determinó convertirse en la primera mujer occidental en atravesarlo. A tal fin, contrató a dos marinos holandeses para que se unieran a la expedición y pusieron rumbo al Lago Chad, donde ella ya había estado en un viaje anterior. De ahí continuarían hacia el sultanato de Bornu y atravesando Darfour llegarían al Nilo en Jartum. Pretendía repetir la ruta seguida, dos años, antes por el explorador francés Henri Duveyrier, único europeo que convivió por algún tiempo con los tuaregs.
La primera fase de la expedición resultó según se había previsto. Su caravana, sin más contratiempos que las inevitables tormentas de arena, alcanzó Marzuq, donde un guía la convenció de que la caravana atravesase el país de los tuaregs para encontrarse con el jefe de éstos, en un oasis desde donde proseguirían viaje hasta el Lago Chad.
La expedición abandonó Marzuq con el guía tuareg. Cuando estaban abandonando el oasis, 12 jinetes entraron en el campamento diciéndoles que los enviaba el jefe Ichnunchen para conducirlos hasta la siguiente parada. El guía tuareg desaparece y se produce un altercado entre los jinetes y los criados árabes de Alexandrine. Un marinero holandés trata de restablecer la calma y un tuareg lo atraviesa con su lanza, dirigiéndose a continuación hacia donde estaba la exploradora, quien para detenerlos levanta la mano. Otro tuareg saca su espada y se la corta. A continuación se produce el caos, el otro marinero holandés y los sirvientes árabes tratan de defender a Alexandrine, y son asesinados por los tuaregs quienes abandonan el campamento dejando que Alexandrine se desangre hasta su muerte. Tenía 34 años.
La memoria de Alexandrine Tinne es recordada en un obelisco erigido cerca de Juba en el sur de Sudán mostrando el punto más próximo a las míticas fuentes del Nilo que ella alcanzó.
La memoria de Alexandrine Tinne es recordada en un obelisco erigido cerca de Juba en el sur de Sudán mostrando el punto más próximo a las míticas fuentes del Nilo que ella alcanzó.
El explorador y misionero Dr. Livingstone escribió que nadie ha alcanzado mayor altura en su consideración que la dama holandesa, señorita Tinne quien, tras durísimas adversidades familiares, perseveró con nobleza en sus más exigentes retos.