Alrededor de 7.500 personas disfrutaron del concierto de Fito & Fitipaldis en las pistas de la Fuente de la Niña
La locura se apoderó ayer de Guadalajara con el último de los conciertos de la Semana de la Música, en el que el grupo Fito & Fitipaldis volvió a demostrar por qué está tan arriba en todas las listas musicales habidas y por haber. Un colofón final perfecto para un cartel en el que estuvieron algunos de los grupos punteros del panorama nacional. No obstante, ninguno como Fito, que se está convirtiendo en uno de los iconos artísticos del siglo XXI llevando la sencillez de su apariencia y de sus letras por toda la geografía nacional e internacional.
En unas pistas de la Fuente de la Niña completamente abarrotadas, en las que se agolpaban alrededor de 7.500 personas, Fito y su banda hicieron su aparición ante un público completamente entregado a su música, justo después de que La Cabra Mecánica terminase su actuación. Los primeros acordes de su gran éxito Antes de que cuente 10 sonaron y la gente se volvió loca. Todo el mundo acompañaba con sus voces esa melodía tan conocida que suena cinco veces en la radio al cabo del día. Incluso, la gente que no pudo entrar, bailaba y cantaba sin parar en los aledaños de las instalaciones deportivas de la ciudad que hicieron las veces de auditorio. "Es una experiencia única", decía uno de sus fans mientras no paraba de bailar y corear otra de sus canciones, Por la boca vive el pez, que dio título a quinto álbum. Otro éxito sin paliativos más, y la gente entregada. Fito se había metido en el bolsillo a los jóvenes y no tan jóvenes de Guadalajara en dos canciones. Todo lo demás fue ver como se sucedían un temazo tras otro en una noche perfecta, donde hasta el tiempo se conjuró para que la temperatura fuera inmejorable. La energía de Que viene y va hizo que nadie parara en el mismo sitio más de un minuto, mientras otras canciones más tranquilas como Me equivocaría otra vez emocionó a todos los que se agolpaban hacia el gran escenario montado para la ocasión con el afán de ver todo lo cerca posible a su ídolo, sin contar, eso si, con las tres pantallas gigantes que servía para que los más alejados no se perdieran ni un segundo de espectáculo. Pero, sin duda alguna, el momento más emotivo y mágico de toda la noche fue cuando artista y público entonaron al mismo tiempo la ya mítica Soldadito marinero, un himno para los seguidores de Fito. Una idiosincrasia propia Todos los que pudieron disfrutar del concierto de ayer vieron con sus propios ojos la sencillez con la que Fito Cabrales se coloca frente a miles de personas para mostrar su arte. Con su característica gorra, sus largas patillas y sus camisetas de siempre ha logrado convertirse en un ejemplo para cientos de miles de personas. Y más, sobre todo, cuando tiene una guitarra entre las manos. No es de extrañar entonces que durante todo el concierto la tienda de merchandising no parara de recibir peticiones de personas deseosas de guardar un recuerdo de la visita de este gran músicoa su ciudad. Y es que lo mejor de Fito es que no se ha quedado simplemente en hacer música de éxito, sino que está dejando una sabiduría muy peculiar, basada en la sencillez y la naturalidad, que muestra en todas las entrevistas que le hacen.