Atienza revive en una calurosa Caballada la hazaña de los arrieros que liberaron al rey
01/10/2010 - 09:45
Por: M.TOVAR ATANCE
La cofradía celebra la histórica jornada de Pentecostés
Con unas temperaturas más que agradables, la localidad de Atienza acogió ayer a los centenares de visitantes que acudieron ver in situ la histórica Caballada que, por Pentecostés, revive la hazaña de los arrieros que lograron liberar al rey Alfonso VIII del castillo que acechaba su tío Fernando II de León. Más de 30 cofrades, a lomos de sus caballos, cumplieron con la tradición con gran puntualidad recorriendo los dos kilómetros que separan el pueblo de la ermita de la Virgen de la Estrella, donde le rendieron culto. El acto más concurrido fue, sin embargo, el de las carreras de caballos que se celebró por la tarde, por el Camino de las Cuevas.
La Cofradía de la Santísima Trinidad de Atienza volvió a enfundarse ayer su traje pantalón negro de pana, chaquetilla, camisa blanca y corbata roja y a coger el caballo para conmemorar, en el domingo de Pentecostés, la hazaña que en 1162 hicieron los arrieros de la localidad cuando lograron sacar del castillo a Alfonso VIII El Niño antes de que su tío Fernando ll de León llegara a él. Más de 30 cofrades cumplieron ayer con la tradición dando vida a la Caballada en un día muy soleado.
Con gran puntualidad, a las 10.00 horas, frente a la casa del prioste, el Fiel de Fechos pasaba lista y hacía públicas las sanciones que deben pagar en libras de cera y la posterior subasta, en cuartillos de vino, para ser portador de la bandera. A continuación, se dirigieron a recoger al abad, y con él también a caballo emprendieron el camino hasta la ermita de la Estrella. Abría la comitiva el portador de la bandera, le seguían otros dos que, al mismo tiempo, tocaban la dulzaina y el tambor, y después, el resto.
Comenzaba así la auténtica Caballada, aunque el programa de actos conmemorativo de esta ancestral hazaña ya se había iniciado la víspera. Atencinos y turistas les seguían, eso sí, a la sombra ya que las temperaturas fueron muy elevadas desde primera hora de la mañana desde el primer momento y en su recorrido por las calles de la localidad como las plazas del Trigo, de España, la calle Real y el convento de San Francisco. A partir de ahí iniciaron el trayecto final de dos kilómetros hasta la ermita de la Virgen de la Estrella. Los jinetes iban agrupados de dos en dos, ocupando de lado a lado el camino, mientras decenas de personas les seguían hasta llegar a la ermita. En torno a ella tuvieron la oportunidad de bajar del caballo y refrescarse antes de continuar con los actos religiosos. Así lo hacían los que iban a caballo, pero también otros cofrades que, por la edad, ya no pueden hacerlo, pero sí ir caminando o en coche para cumplir con la tradición. Poco a poco, conforme pasaba la mañana, la gran explanada donde había ya algunos puestos de venta de flores o ropa se iba llenando de gente en un incesante goteo de personas que a pie o en coche se acercaban para disfrutar de esta jornada en el campo y participar en una tradición que tiene el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Nacional. Al mediodía, los miembros de la Cofradía retomaron su protagonismo con la procesión con la imagen de la Virgen de la Estrella hasta la Peña de la Bandera, llevada por los cofrades o aquellos particulares que pujaron más alto en alguna de las cinco subastas, a la que le siguió la misa.
Tras la celebración eucarística y la subasta de las roscas, en celemines de trigo, los cofrades volvieron a rememorar ese histórico acontecimiento de Alfonso VIII bailando delante de la Virgen la típica jotilla, como decía Mariano Castel Ruiz, miembro de la Cofradía desde hace más de 25 años. Y es que cuando los arrieros lograron sacar al rey del castillo lo bajaron a la ermita porque ya vieron que las tropas de Fernando II lo seguían y unos cuantos empezaron a bailar aquí y hacer bromas y los otros se fueron con el rey Niño a Ávila, explicaba este atencino. Así lo hicieron.
En torno a las 14.30 horas dio inicio la comida. En el caso de los centenares de personas que acudieron se fueron repartiendo por el entorno, mientras que los hermanos celebraron su comida de Hermandad. Fue el momento de compartir mantel y adelantar cuál iba a ser el prioste durante el año siguiente. Este cargo, el de seis y mayordomo se renuevan anualmente el domingo en el que se celebra la Santísima Trinidad (el próximo 7 de junio). Son sólo aquellos que han portado la insignia de la Cofradía los que pueden pujar para llevar la bandera durante toda la Caballada y los únicos que pueden llevar capa. Al terminar, dieron la enhorabuena a estas autoridades y a las mujeres que ocupan los cargos de mayordoma, priosta y seisa y volvieron a bailar ante la Virgen.
En la recta final de la jornada, los cofrades emprendieron de nuevo rumbo hacia el pueblo montados en los caballos para celebrar en el Camino de las Cuevas las Carreras de Caballos. Como simulacro de las carreras que hicieron los arrieros en aquellos tiempos. Para conmemorar esa hazaña tan valiente, aseguraba Mariano. Éste fue, sin duda, el acto más concurrido y más conocido de este evento al que asistieron centenares de personas. Fue el penúltimo acto, después acompañaron primero al abad a su casa, que les invitó a una buena limonada, y después a la del prioste, que también les ofreció vino, poniendo fin con un baile a la jornada más esperada para la Cofradía de la Santísima Trinidad de Atienza. Un día que se vive muy íntimamente porque tienes recuerdos y lo hace muy interior, confesaba este veterano cofrade.
La Cofradía volverá a procesionar de nuevo el próximo domingo, aunque, esta vez a pie, desde la iglesia de San Juan hasta otro templo, para proceder después a la renovación de los cargos. Más de 40 hermanos componen la Hermandad en la que también hay mujeres. Su papel es similar al del hombre, aunque no van a caballo. Antes iban en tres borriquillos, recuerda, pero la progresiva desaparición de estos animales y la evolución del trabajo en el campo ha hecho que estos caballos se alquilen especialmente para este día.
La tradición dice que los arrieros tardaron siete días en llevar al rey de Castilla Alfonso VIII hasta Ávila, por eso, en la víspera de Pentecostés, la Cofradía celebraron el día de las Siete Tortillas, una por cada jornada y cada una elaborada de una forma distinta. Los encargados de hacerlas y comérselas fueron los Seises (los últimos cofrades que han tenido la vara y los organizadores), el prioste, el mayordomo, el Fiel de Fechos, acompañados por la priosta, la seisa y la mayordoma que bajaron hasta la ermita con el Manda y los dulzaineros. Estos constituyeron la denominada Mesa de la Cofradía, que se encargaron además de preparar a la Virgen, aunque este año la cita estuvo pasada por agua.
Con gran puntualidad, a las 10.00 horas, frente a la casa del prioste, el Fiel de Fechos pasaba lista y hacía públicas las sanciones que deben pagar en libras de cera y la posterior subasta, en cuartillos de vino, para ser portador de la bandera. A continuación, se dirigieron a recoger al abad, y con él también a caballo emprendieron el camino hasta la ermita de la Estrella. Abría la comitiva el portador de la bandera, le seguían otros dos que, al mismo tiempo, tocaban la dulzaina y el tambor, y después, el resto.
Comenzaba así la auténtica Caballada, aunque el programa de actos conmemorativo de esta ancestral hazaña ya se había iniciado la víspera. Atencinos y turistas les seguían, eso sí, a la sombra ya que las temperaturas fueron muy elevadas desde primera hora de la mañana desde el primer momento y en su recorrido por las calles de la localidad como las plazas del Trigo, de España, la calle Real y el convento de San Francisco. A partir de ahí iniciaron el trayecto final de dos kilómetros hasta la ermita de la Virgen de la Estrella. Los jinetes iban agrupados de dos en dos, ocupando de lado a lado el camino, mientras decenas de personas les seguían hasta llegar a la ermita. En torno a ella tuvieron la oportunidad de bajar del caballo y refrescarse antes de continuar con los actos religiosos. Así lo hacían los que iban a caballo, pero también otros cofrades que, por la edad, ya no pueden hacerlo, pero sí ir caminando o en coche para cumplir con la tradición. Poco a poco, conforme pasaba la mañana, la gran explanada donde había ya algunos puestos de venta de flores o ropa se iba llenando de gente en un incesante goteo de personas que a pie o en coche se acercaban para disfrutar de esta jornada en el campo y participar en una tradición que tiene el reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Nacional. Al mediodía, los miembros de la Cofradía retomaron su protagonismo con la procesión con la imagen de la Virgen de la Estrella hasta la Peña de la Bandera, llevada por los cofrades o aquellos particulares que pujaron más alto en alguna de las cinco subastas, a la que le siguió la misa.
Tras la celebración eucarística y la subasta de las roscas, en celemines de trigo, los cofrades volvieron a rememorar ese histórico acontecimiento de Alfonso VIII bailando delante de la Virgen la típica jotilla, como decía Mariano Castel Ruiz, miembro de la Cofradía desde hace más de 25 años. Y es que cuando los arrieros lograron sacar al rey del castillo lo bajaron a la ermita porque ya vieron que las tropas de Fernando II lo seguían y unos cuantos empezaron a bailar aquí y hacer bromas y los otros se fueron con el rey Niño a Ávila, explicaba este atencino. Así lo hicieron.
En torno a las 14.30 horas dio inicio la comida. En el caso de los centenares de personas que acudieron se fueron repartiendo por el entorno, mientras que los hermanos celebraron su comida de Hermandad. Fue el momento de compartir mantel y adelantar cuál iba a ser el prioste durante el año siguiente. Este cargo, el de seis y mayordomo se renuevan anualmente el domingo en el que se celebra la Santísima Trinidad (el próximo 7 de junio). Son sólo aquellos que han portado la insignia de la Cofradía los que pueden pujar para llevar la bandera durante toda la Caballada y los únicos que pueden llevar capa. Al terminar, dieron la enhorabuena a estas autoridades y a las mujeres que ocupan los cargos de mayordoma, priosta y seisa y volvieron a bailar ante la Virgen.
En la recta final de la jornada, los cofrades emprendieron de nuevo rumbo hacia el pueblo montados en los caballos para celebrar en el Camino de las Cuevas las Carreras de Caballos. Como simulacro de las carreras que hicieron los arrieros en aquellos tiempos. Para conmemorar esa hazaña tan valiente, aseguraba Mariano. Éste fue, sin duda, el acto más concurrido y más conocido de este evento al que asistieron centenares de personas. Fue el penúltimo acto, después acompañaron primero al abad a su casa, que les invitó a una buena limonada, y después a la del prioste, que también les ofreció vino, poniendo fin con un baile a la jornada más esperada para la Cofradía de la Santísima Trinidad de Atienza. Un día que se vive muy íntimamente porque tienes recuerdos y lo hace muy interior, confesaba este veterano cofrade.
La Cofradía volverá a procesionar de nuevo el próximo domingo, aunque, esta vez a pie, desde la iglesia de San Juan hasta otro templo, para proceder después a la renovación de los cargos. Más de 40 hermanos componen la Hermandad en la que también hay mujeres. Su papel es similar al del hombre, aunque no van a caballo. Antes iban en tres borriquillos, recuerda, pero la progresiva desaparición de estos animales y la evolución del trabajo en el campo ha hecho que estos caballos se alquilen especialmente para este día.
La tradición dice que los arrieros tardaron siete días en llevar al rey de Castilla Alfonso VIII hasta Ávila, por eso, en la víspera de Pentecostés, la Cofradía celebraron el día de las Siete Tortillas, una por cada jornada y cada una elaborada de una forma distinta. Los encargados de hacerlas y comérselas fueron los Seises (los últimos cofrades que han tenido la vara y los organizadores), el prioste, el mayordomo, el Fiel de Fechos, acompañados por la priosta, la seisa y la mayordoma que bajaron hasta la ermita con el Manda y los dulzaineros. Estos constituyeron la denominada Mesa de la Cofradía, que se encargaron además de preparar a la Virgen, aunque este año la cita estuvo pasada por agua.