Bujalaro y otras fortificaciones olvidadas

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Emplazamiento de Casilla de los Moros en Membrillera. (ENRIQUE DAZA.)
Colaboración
Acaba de publicarse en enero de 2008, en la revista Castillos de España, el artículo “Los castillos olvidados. El papel de los asentamientos fortificados en altura en la génesis del poblamiento altomedieval del valle del Henares”, del investigador Enrique Daza Pardo, de la Universidad Autónoma de Madrid (U.A.M.). Por este texto recibió el 31 de mayo de 2007 el XXXI premio “Manuel Corchano” de la Asociación Española de Amigos de los Castillos, premio compartido ex aequo con otro trabajo. Esta publicación incluye cuatro fortificaciones de los que no había verificación cierta ni descripción: dos en Bujalaro, una en Cendejas de la Torre y otra en Pálmaces de Jadraque.
Enrique Daza Pardo es un joven investigador licenciado por la U.A.M. que se ha especializado en el estudio de la Arqueología de la Arquitectura y que ha focalizado gran parte de su trabajo en nuestra provincia, especialmente el poblamiento y fortificaciones de la zona entre la Sierra y el río Henares. Destacaremos en sus publicaciones el estudio del muy deteriorado monasterio femenino de San Salvador de Pinilla de Jadraque, dos trabajos de dedicados al castillo de Jadraque y otro al castillo de Torija Se encuentra realizando en la U.A.M. un proyecto de investigación arqueológica titulado “Atlas de Edilicia Medieval del Señorío de Molina (Guadalajara)”.
Entre otros, ha participado en dos congresos de Castellología Ibérica y varios de Historiadores del Valle del Henares, con publicaciones (entre otras) en las revistas Wad-al-Hayara y Castillos de España. Su trabajo de investigación sobre el poblamiento de la zona norte del Henares lo ha presentado asimismo en 2006 en el III Seminario de Investigación de Prehistoria y Arqueología de la UAM, y le ha permitido acceder en septiembre de ese año a una ayuda de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en su primera convocatoria, para su proyecto titulado “Catálogo de Arquitectura rupestre en el norte de la provincia de Guadalajara”. Asimismo, en 2007 obtuvo de la Junta otra ayuda para el proyecto “El palacio del Infantado. Nuevas tecnologías aplicadas al registro y a la difusión del patrimonio edificado”. Brevemente, diremos que ha participado como director o codirector en intervenciones arqueológicas en los castillos de Cogollado y Torija, la catedral y la necrópolis de San Roque en Sigüenza, el monasterio de Sopetrán y la puerta de Santa María de Hita.
La publicación que ha recibido el premio “Manuel Corchano” en 2007 trata de quince emplazamientos fortificados: Atienza (la propia villa con su castillo y el Cerro Padrastro), Riba de Santiuste (Castillo y “Castillejo”), Jadraque, Mandayona (pico del Castillo), Membrillera (Casilla de los Moros), Bujalaro (castillo y poblamiento sobre Nublares), Castejón de Henares, Cendejas de la Torre, Miedes de Atienza, Angón (Inesque), Pálmaces de Jadraque (Aldeavieja) y Alcolea de las Peñas. La última vez que ese respetado premio recayó sobre un trabajo dedicado a nuestra provincia, correspondió en 2002 a “El Alcazar real de Guadalajara, un castillo olvidado”, del investigador Pedro José Pradillo y Esteban.
Junto al trabajo de campo, sobre el terreno, este artículo muestra la utilidad de una nueva herramienta para la investigación castellológica: la posibilidad de usar “vistas desde el aire” como las que se pueden obtener mediante visores como “Google Earth” http://earth.google.com/intl/es/download-earth.html) o, como en este caso, el SIGPAC (http://sigpac.jccm.es/visorsigpac/). Estas vistas permiten tener una mejor perspectiva del terreno a analizar, y de un modo fácil y barato.
El propio autor indica los pocos restos materiales de algunos de las fortificaciones estudiadas. Todas estaban en un alto, en una posición estratégica sobre su entorno, y alojaron una población campesina cuyo estudio permite conocer la secuencia de poblamiento histórico en la edad media. La tesis de este investigador es que la conquista musulmana respetó los asentamientos previos, en las inmediaciones de las vías de comunicación, y que los asentamientos propiamente andalusíes aparecieron en torno a los inicios del siglo X. El poblamiento de esta comarca no fue abundante, al contrario, pero estaba allí cuando llegó la conquista cristiana, que sustituyó la élite dominante en algunos casos, y que fue la base de la población subsiguiente de esta zona. Según este autor “los habitat fortificados en altura son el origen de la red municipal actual y que muchos de esos habitats son espacios despoblados localizados muy cerca de los pueblos actuales” y, por tanto, aunque los poblamientos estén en movimiento durante la edad media, lo hacen “dentro un espacio limitado".
Enrique Daza hace notar el papel de la madera, junto a la piedra, en los asentamientos fortificados, pero la madera desaparece dejando sólo las oquedades donde estuvo apoyada en las torres, y nada apreciable de la que formaba empalizadas alrededor de éstas. Muchas torres estuvieron rodeadas de un albacar (terreno rodeado de una cerca de piedra) y su estructura de material rocoso destacaba por comparación con la estructura de madera de las casas de la población que estaba junto a ella y que en ella tenía su refugio en los años del emirato musulmán. En varios casos, un poblamiento hispanoromano subió desde el valle al alto cercano, y no lo abandonó hasta que llegó la paz definitiva con el alejamiento de la frontera musulmana hasta Andalucía. Entonces, la torre fue abandonada o sustituida por el castillo feudal.
Sobre la población de Atienza, que tantas veces cambió de mano en estos siglos, el autor indica que el llamado Cerro Padrastro albergó una guarnición musulmana para defensa contra la población autóctona situada en la zona de Santa María del Rey, en la villa, y apoyo a la guarnición musulmana del castillo de Atienza. Ambos, castillo y cerro, permitían la vigilancia de un sector muy amplio del norte de la provincia. El Cerro Padrastro estuvo habitado “al menos desde la segunda mitad del siglo VIII”.
La Casilla de los Moros de Membrillera albergó una población en el albacar junto a ella sobre el cerro, permitiendo la vista aérea visualizar varias obras de fortificación en los escarpes. El lugar ya estuvo previamente habitado en la segunda Edad del Hierro.
Para mí era desconocido el hábitat fortificado en la altura sobre la cueva prehistórica de Nublares (a dos kilómetros de Bujalaro). El autor encontró allí cerámica andalusí del siglo X y, mediante la vista aérea, una cerca amurallada formando ángulo recto y, visible a simple vista desde el terreno, un bastión circular adosado a un recinto rectangular en el espolón occidental. En la propia localidad de Buijalaro, hubo una fortificación en la zona más antigua del pueblo, que se conoce como “el castillo”, permitiendo la foto aérea diferenciar dos zonas de poblamiento, junto al castillo y junto a la iglesia parroquial.
En cuanto a Jadraque, hace notar que hubo una villa romana, de la que hay restos cerámicos, que fue abandonada para formar un poblamiento medieval que estuvo en el cerro, en la falda del castillo. Este poblamiento aparece en la edad media como Casteion o Castellum. Allí hay restos de terra sigillarta, muy anteriores a la conquista musulmana. La repoblación cristiana tras la conquista se hizo al norte en el llano, la actual Xadrach, abandonándose poco a poco la villa altomedieval aunque no cesara nunca la ocupación del castillo. Así pues, Enrique Daza diferencia Xadrach del inmediato Casteion, lugares diferentes.
Hay una referencia al castillo de Iñesque (en Angón) y a las dos fortificaciones de la Riba de Santiuste. El poblamiento andalusí estaba en la falda sur del cerro de esta localidad, formando el despoblado de Santiuste, alrededor del antiguo castillo que fue aprovechado para levantar el alargado castillo que conocemos. La población actual, “la Riba” se encuentra junto a un cerro sobre el cual hay otra fortificacion, de restos menores, conocida como “el castillejo”, de planta trapezoidal. La foto aérea del artículo es sobradamente ilustrativa.
El estudio de la localidad de Castejón del Henares hace mención del “Castejón de Abajo” situado en las cercanías del río Dulce, así como de los restos fortificados, poco abundantes, de una torre y una cerca baja sobre el cerro bajo el cual está la localidad actual. El tema de la identificación del “Casteion” del Cantar de Mio Cid sigue abierto, como ya indicara este autor en su artículo sobre los castillos de Jadraque en el II Congreso de Castellología Ibérica.
Enrique Daza hace notar la presencia de una aldea fortificada en la parte alta del cerro, con una torre, de la localidad de Miedes de Atienza, de restos de otra sobre la loma de la localidad de Mandayona y de una fortificación semirupestre en “La Carcel” de Alcolea de las Peñas.
Finalmente nos referiremos a dos fortificaciones desconocidas, pues este autor indica que pudo haber una en Cendejas de la Torre, protegida por dos altozanos, y otro en Pálmaces de Jadraque, éste sobre un cerro cónico al sur de la localidad, conocido como Aldeavieja y donde también hay muchas bodegas. En lo más alto de este cerro parece que hubo una “construcción de entidad”.

Más fortalezas desconocidas

La labor de campo de los investigadores ha permitido descubrir entre los bosques del Señorío de Molina antiguas casas fortificadas, con saeteras para permitir su defensa. Estamos pendientes de su publicación gracias a la Asociación Española de Amigos de los Castillos.
Entre los desaparecidos, y no mencionados, el investigador y etnólogo José Ramón López de los Mozos cita el que estuvo en el cerro sobre el que estuvo inicialmente la localidad de Maranchón, antes de desplazarse hacia el llano. En el cerro amesetado del “Altollano” hay una zona conocida en la localidad como “barrio del Castillo”, por encima de la iglesia, y en la proa del cerro está lo que denominan “el Torejón”, con una sola “erre”, que dominaba la vía de comunicación en este punto del ducado de Medinaceli.
Este investigador ha encontrado allí restos cerámicos pertenecientes a la Edad del Bronce, del Hierro y medievales. Presumiblemente allí hubo un castillete o al menos una torre a modo de atalaya donde antaño hubo un castro, que merecería una investigación arqueológica.