Certezas


Los alumnos se mueven en su pequeña sociedad, con sus propios códigos que no son tan distintos de los nuestros. Pero en su posición no hay tantas certezas. Les lanzamos a un mundo cada vez menos seguro.

Hay pocas cosas más tranquilizadoras que las certezas. Incluso cuando son malas noticias, el conocimiento del hecho es preferible a la angustia del no saber, la ansiedad de la inseguridad. La certeza es la fuerza vital que aligera el paso y la carga. Y en la escuela, como en la vida, cada final de etapa viene cargada de certezas.

Los años, para los que nos dedicamos a la universidad, no van de enero a diciembre, sino de julio a septiembre, dejando agosto para archivar resultados y organizar armarios en la cabeza y en el alma. Y julio viene siempre cargado de certezas. Para algunos, la certeza se adelanta, aprobados en mayo o junio, sin tener que esperar a la prórroga o a la lotería de los penaltis. Para otros, la certeza se convierte en definitiva, cuatro años no son nada, termina el Grado o el Máster y a otra cosa. mariposa, a falta de TFGs, TFMs (Trabajos Fin de Grado y Fin de Máster, respectivamente) y otros métodos de tortura para alumnos y profesores.

Y entre las certezas, la seguridad de que es tiempo de balance. Ha sido un buen curso; la mayoría de mis alumnos ha aprobado, muchos con buena nota. Las labores académicas han sido satisfactorias y, según creo, provechosas. ¿Qué más certezas necesito? La de que ahí siempre queda el comienzo del curso, con nuevos grupos, nuevos alumnos, nuevos retos, nuevas oportunidades. 

Una de las ventajas, pocas, de cumplir años es que se nos van apagando las prisas. La Universidad es un espacio privilegiado por donde muchos pasan, pero tú permaneces, con la certeza de las estaciones del año o del día y la noche. Eres testigo privilegiado de vidas y mentes que se abren, fecundas, para que siembres el conocimiento que convierta sus pensamientos, los suyos propios, no implantados o trasplantados, en ideas y no en ocurrencias.

Los alumnos se mueven en su pequeña sociedad, con sus propios códigos que no son tan distintos de los nuestros. Pero en su posición no hay tantas certezas. Les lanzamos a un mundo que cada vez es menos seguro, con pandemias y guerras, que siempre han estado ahí, pero no en nuestras puertas, que parecía que era cosa de otros. 

Les preparamos un mundo en el que hemos dado más valor a la apariencia que al fondo, el derecho que al esfuerzo y la propaganda que a la verdad. Estamos viendo en las noticias el paradigma del cinismo de la política viejuna: hoy lo importante no es la inflación sino la (foto de la) OTAN, ministra de hacienda dixit y se queda tan pancha. Y el que venga detrás, que arree. Que no debe ser importante para los que no se bajan del coche oficial y no se han enterado de que de ayer a hoy me ha subido 10 céntimos el litro de GLP y de la gasolina, ni idea, porque intento no repostar, que mi corazón no soporta tanto estrés. 

Hacen declaraciones solemnes del estilo: siempre van a poder conocer mi opinión, como latiguillo reiterativo para decir nada, no sabe, no contesta, más lo primero que lo segundo y para dar una opinión hay que tenerla y, además, coraje, decencia y valores, aunque se pierda el ministerio y se ponga en peligro el pago de la hipoteca del chalet. De Montero a Montero, Dios mío, qué hemos hecho para merecer esto. 

Nuestro gobierno apura la copa y nos deja la cuenta a nosotros, ahora y en lo que queda por venir, la del bar y la de la gasolina, la de la luz y la de las pensiones, la de los fondos europeos malgastados y los impuestos hipertrofiados. Pero la fiesta ha salido bien y tenemos que estar orgullosos, nadie como los españoles para organizar la fiesta. 

Menos mal que en estas certezas de final de curso hay una que se impone sobre el resto: estos chicos y chicas que salen de las aulas con la certeza de sus resultados y la esperanza de su futuro, quieren datos y no eslóganes; prefieren el hecho al holograma y los avatares los reservan para la realidad virtual. 

En este mes de exámenes y graduaciones, nuestros alumnos pueden tener la certeza de que no lo van a tener fácil, que nadie, vendedores de humo, les va a regalar nada; que el mundo es un lugar cada vez más pequeño, pero también más peligroso. Que muchas veces no serán lo que quieran ser, pero que es enriquecedor intentarlo. Y, sobre todo, la certeza de que sus profesores volveremos a estar ahí, en septiembre, para poner otra vez a cero los contadores y dotarles de la certeza de que, en el aprendizaje, como en la vida, lo importante y lo divertido es el camino.