Cogolludo recupera la celebración de San Antón tras la pandemia

18/01/2022 - 08:48 Redacción

Con tres vueltas a la ermita del popular santo, y rememorando viejas tradiciones, la tarde del 17 de enero se celebró en Cogolludo la fiesta de San Antón, benefactor de los animales

Después de un 2021 sin apenas celebraciones por la pandemia del coronavirus, los cogolludenses han festejado con gran ilusión la primera de las citas religiosas que cada mes celebran en la villa. 

Tradicionalmente, los preparativos de la fiesta de San Antón en la villa de Cogolludo empiezan los días previos, en los que niños y no tan niños se reúnen en los aledaños de la zona conocida como el Llano Peral, para construir tres montones de piedras, los llamados pinochos, uno central más alto flanqueado por otro dos de menor tamaño que simbolizan al sacerdote y los monaguillos. Con esta antiquísima tradición da comienzo la celebración de San Antón, junto a su ermita, la más pequeña entre las cinco que aún se conservan, de las diecisiete que llegó a tener la localidad serrana. 

El día 17 de enero, festividad del santo, protector de los animales, los lugareños vuelven al Llano Peral, derriban los montones y comparten sus viandas en torno a la ermita a la espera de que comiencen los actos religiosos. Como manda la tradición los habitantes de Cogolludo bajan hasta la sencilla ermita con sus animales, para que sean bendecidos en presencia del santo que sale de su ermita para dar las tres vueltas a su alrededor que recoge la tradición. 

Los vecinos de la villa comparten en esta festividad los molletes de San Antón, un pan “preñao” que contiene en su interior un chorizo y está coronado por un huevo cocido. Molletes que son repartidos por la asociación de ganaderos y agricultores del municipio, aunque actualmente ya pueden encontrarse en las tiendas. 

En la tarde de ayer no faltaron las historias de los más mayores del lugar, recordando cómo en otros tiempos, en los que el campo se trabajaba con animales, las protagonistas del día de San Antón eran las mulas. Las acicalaban varios días antes y las engalanaban con adornos de colores y campanillas, para participar, a última hora de la tarde, en las carreras de mulas.  

La competición se iniciaba en la cuesta que sube hasta el convento de El Carmen desde la Ermita, para continuar por la ronda hasta el lateral del Palacio Ducal para salir por el callejón de El Toril a la Puerta Principal y a la Plaza, donde se decidía el ganador. El de San Antón siempre fue un día de compartir juegos populares como los bolillos, antes de que comenzara la misa y la bendición de los animales que entonces, muy lejos de ser mascotas, eran verdaderos compañeros de trabajo en las labores de labranza. Así lo relataban con nostalgia Víctor Gregorio y Gonzalo Cuesta vecinos de Cogolludo, después de la bendición de los animales por el actual párroco de la localidad don Mauricio Muela.