Comuneros de Guadalajara

31/10/2020 - 18:08 José Serrano Belinchón

La ciudad de Guadalajara se unió muy pronto a la sublevación castellana. Consta que el día 5 de junio de 1520 se organizó un grupo de gentes.

La manifestación de protesta conque el pueblo español recibió las primeras acciones de gobierno del heredero de la corona, Carlos I, tras la muerte de sus abuelos los Reyes Católicos, se agravó degenerando en la llamada Guerra de las Comunidades en Castilla y de las Germanías en el reino de Valencia. Salamanca, Toledo, Segovia, Cuenca, Ávila..., son nombres de ciudades sublevadas contra los abusos que el nuevo rey y su corte de flamencos, impusieron a su llegada a España. La derrota de Villalar (23 de abril de 1521) y la ejecución de los tres principales cabecillas castellanos, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, marcaron casi el final de tan encarnizadas guerras, que acabarían por cambiar la actitud del joven monarca y abrir, al lado de su pueblo, un nuevo y definitivo periodo de progreso.

La ciudad de Guadalajara se unió muy pronto a la sublevación castellana. Consta que el día 5 de junio de 1520 se organizó un grupo de gentes, trabajadores y artesanos, que mezclados entre la masa pública se dirigieron al Palacio del Infantado pidiendo al duque, don Diego de Mendoza, que se uniera a la causa antiimperial extendida por toda Castilla. Figuraban entre los organizadores y dirigentes de la manifestación el carpintero Pedro de Coca, el albañil Diego Medina, un albardero apodado Gigante, el presidente de la Audiencia Ducal don Francisco de Medina y Mendoza, el licenciado Juan de Urbina, y otros nombres distinguidos de la ciudad entre los que no faltaba el conde de Saldaña, don Iñigo López de Mendoza, heredero del poderío familiar mendocino. Los manifestantes incendiaron las viviendas de los procuradores que habían asistido por Guadalajara a las Cortes de La Coruña, donde votaron en favor del nuevo plan de obligaciones e impuestos dictados por el nuevo Emperador.

Para mantener el orden, don Diego de Mendoza mandó encarce­lar a los cabecillas: a su hijo y heredero lo deportó a la villa de Alcocer; al presidente de la audiencia lo retiró de sus funciones, y, de los artesanos encarcelados, mandó ejecutar a la mañana siguiente a Pedro de Coca, cuyo cadáver fue expuesto para público escarmiento en la Plaza Mayor.