Cónclave: Chanchullitos en el Vaticano
Pocas ceremonias más misteriosas que la que se realiza para elegir un nuevo Papa, probablemente la persona más influyente del mundo Occidental. Un montón de señores encerrados en un lugar lleno de historia y misticismo para llevar a cabo una tradición con siglos de antigüedad: rito y mito, como nuestro Tenorio Mendocino. De ahí que no extrañe en absoluto que una película decida centrarse en sus entresijos para lo que no deja de ser un thriller político.
El Papa ha muerto y toca elegir uno nuevo. El encargado de dirigir el proceso será el cardenal Lawrence. Pero el proceso es de todo menos sencillo de llevar. Dentro de la iglesia hay numerosas faccionas, desde las más progresistas a las ultraconservadoras, y también intereses que trascienden lo religioso. Lawrence se moverá en aguas pantanosas para intentar que el proceso desemboque en lo mejor para el mundo, los fieles y la propia iglesia... lo mejor desde su punto de vista, claro.
Lo más interesante de Cónclave es que nos propone un thriller político que intenta ser medianamente realista. No quiere esto decir que la historia carezca de piruetas argumentales, que las tiene, pero ntenta mantener un tono creible y austero que la hace, cuanto menos, pausible. Y es ahí donde redica su mayor logro.
El encargado de llevar la historia a la gran pantalla es Edward Berguer, responsable del último y aclamado remake de Sin Novedad en el Frente. Como en aquella, Berguer ofrece un espectáculo visual sobrio firmemente apoyado en la banda y los efectos sonoros, importantísimos siempre, pero sin llegar a eclipsar el trabajo de su impresionante reparto: Ralph Fiennes, Stanley Tucci, John Lithgow e Isabella Rossellini son algunos de los nombres que protagonizan una película que fácilmente podría colarse en la carrera de los Oscar.