Cuatro décadas de Constitución

07/12/2018 - 17:44 Redacción

La sociedad ha madurado, pero también se ha radicalizado en los últimos años con demasiado extremismo y necesita recuperar el entendimiento.

La ejemplar transición política que se inició en España a finales del año 75 y que tuvo varios hitos importantes en su desarrollo necesitaba de una legislación que recogiese los valores y principios que regularían a partir de ese momento la vida en un país que se abría a la democracia y ansiaba vivir en paz y libertad en toda su extensión, tras verse privada de ella durante demasiado tiempo, con derechos garantizados y protegidos. La Constitución dio contenido a todos aquellos sentimientos y anhelos con el triunfo del acuerdo frente a la discrepancia. Todos coincidieron en que aquello tenía que salir adelante por el bien común y fueron capaces de construir una norma de normas que durase a lo largo del tiempo y diese respuestas a los problemas y necesidades del pueblo español. Cuatro décadas después de aquel referéndum que ratificó la Carta Magna el balance es altamente positivo y la vigencia sigue siendo plena. Su texto y su espíritu, que modela un moderno Estado social de Derecho, permitió superar un golpe de Estado, la alternancia de gobiernos de distintos signos políticos con normalidad, incluso por la vía de la moción de censura en ella contemplada, la plena integración en Europa, la progresiva descentralización del Estado, que no fragmentación, la defensa de la unidad de España frente a la desobediencia de una autonomía o el terrorismo, el avance en  derechos y libertades, el crecimiento económico, un cierto bienestar y la consolidación de un sistema democrático fuerte y plural. Tolerancia, solidaridad, inclusión, igualdad, sensibilidad hacia los más desfavorecidos, rechazo a la violencia machista, son valores compartidos. La sociedad ha madurado, pero también se ha radicalizado en los últimos años con demasiado extremismo y necesita recuperar el entendimiento. Se ha sustituido el sentido de Estado por los intereses partidistas, se ha desprestigiado el noble oficio de la política, se ha perdido la capacidad de hablar y escucharse, únicos caminos para limitar los aforamientos a su punto necesario, evitar bloqueos que obliguen a repetir elecciones, dotar de una mayor utilidad al Senado, derrotar a la corrupción o mejorar aspectos puntuales porque la propia Constitución, y ha sido levemente modificada en varias ocasiones, permite su adaptación a las nuevas realidades para continuar siendo la referencia y la garantía de nuestro caminar.