De la ciudad a los pueblos
Este regreso estival supone celebrar muchas de las tradiciones que queremos que permanezcan vivas. Algunas se trasladan de fechas en el ánimo de que no desaparezcan.
Durante este mes de junio la fiesta ha recorrido la ciudad por distintos barrios, ahora nuestros pueblos despiertan del letargo, o mejor monotonía invernal, y se ven invadidos en el mejor sentido de la palabra, por cientos de personas en busca de sus raíces, de temperatura más fresca, de nuevas convivencias... Muchos hijos del pueblo y otros afines van a trasladar su forma de descanso a los pueblos, y con ellos la diversión. Todavía somos muchos los mayores que este fin de semana nos desplazamos a ellos con la intención de pasar allí los dos meses principales del verano.
Hace tiempo que las gallinas ya no corretean por las calles, ni se oye el canto del gallo al alba, ni el cuerno del cabrero, ni el paso herrado de las caballerías camino de la dura jornada de trabajo... Estampas e imágenes para el recuerdo. Ahora, salvo en las localidades un poco más grandes, casi todo es silencio durante el invierno, y más con el problema de despoblación que sufrimos.
Este regreso estival supone celebrar muchas de las tradiciones que queremos que permanezcan vivas. Algunas se trasladan de fechas en el ánimo de que no desaparezcan. Y, aunque es conocida la frase de “a mi santo que no me lo toquen”, todos se ponen de acuerdo para celebrarlo en la fecha más idónea...
Tanto trasiego de público, por otra parte, conlleva riesgos en nuestras carreteras y bosques que debemos evitar en lo posible. Los pueblos son los pulmones de nuestras ciudades. Cierto que algunos, o muchos, dicen que se vive muy bien en Madrid, pero no menos cierto que parecen más contentos aún los que lo abandonan para dirigirse hacia ellos. La carretera es un peligro a evitar, la prudencia, una virtud a practicar. Los incendios, una amenaza . También aquí la prudencia, la precaución, el sumo cuidado se hacen imprescindibles.