Devoción y diversión se aúnan en honor al patrón de los agricultores en la capital

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: Redacción

Minutos antes de las doce de la mañana la imagen de San Isidro Labrador traspasaba el pórtico de la iglesia de San Ginés. Era la inequívoca señal de que la solemne eucaristía había concluido y comenzaba la tradicional procesión en su honor, que como de costumbre, congregaría a un nutrido grupo de fieles, muchos de ellos jubilados agricultores ataviados para la ocasión con sus mejores galas. Estuvo el alcalde y varios concejales del Equipo de Gobierno. La fiesta continuó en la plaza de toros.

 

Minutos antes de las doce de la mañana la imagen de San Isidro Labrador traspasaba el pórtico de la iglesia de San Ginés. Era la inequívoca señal de que la solemne eucaristía había concluido y comenzaba la tradicional procesión en su honor, que como de costumbre, congregaría a un nutrido grupo de fieles, muchos de ellos jubilados agricultores ataviados para la ocasión con sus mejores galas.

Encabezando la comitiva se alzaban dos estandartes, el primero con la imagen de San Isidro y perteneciente a la Hermandad de San Isidro de Guadalajara, y el segundo de la Asociación Cultural de Jubilados Infantado. Tras ellos varias mujeres vestidas de alcarreñas portaban convenientemente las cuatro cestas con las ofrendas brindadas durante la misa al santo, entre las que no faltaban los productos típicos de la tierra y algún que otro dulce.

El paso de San Isidro, embellecido para la ocasión por varias variedades de flores rojas, y custodiado por un nutrido grupo de autoridades y fieles anónimos, cerraba la procesión, guiada hasta el parque de La Concordia con la ayuda de la Policía Local, que se encargó de cortar momentáneamente el tráfico en la calle Virgen del Amparo y Boixareu Rivera para para propiciar la continuidad de esta pequeña romería.

Con un Viva San Isidro y Viva Guadalajara, el santo se adentró en los dominios del parque de La Concordia para toparse, para sorpresa de muchos, con otros tantos guadalajareños que curiosaban por las casetas de la Feria del Libro.

Una vez sobrepasadas, el santo y acompañantes fueron testigos de los bailes que un grupo de mujeres de la Asociación Cultural de Jubilados Infantado ofreció en el templete. Su edad no fue un impedimiento para que demostraran a todos los presentes una pequeña selección del folklore de la provincia, algo que mereció la gran ovación por parte del público.

Tras la breve exhibición, la comitiva dio media vuelta y deshizo el camino andado minutos antes para acompañar nuevamente al santo hasta San Ginés, donde ocupará un lugar destacado en el altar hasta la celebración, el próximo lunes, de la misa por los hermanos fallecidos ofrecida por la Hermandad de San Isidro Labrador.

 

Rosca y limonada

Después de los actos estrictamente religiosos, los feligreses se dirigieron con paso ligero hasta la cercana plaza de toros de Guadalajara. Allí tendrían la oportunidad de saborear las ya tradicionales tortas del santo y una fresca limonada al son de los pasodobles interpretados por un hombre orquesta, música muy acorde con el emplazamiento. Sería precisamente esta ubicación una de las novedades registradas en el programa de actos de San Isidro en este 2010. El coso guadalajareño vendría a sustituir a la piscina de San Roque en el colofón a esta festividad agrícola debido a que estos días el recinto acuático se somete a obras de reforma.

La otra novedad reseñable en la festividad fueron quizás las plegarias lanzadas a San Isidro, esta vez de cariz bastante distinto al de años precedentes. Los deseos de lluvia, cumplidos de sobra en este 2010, dejaron paso a otras pretensiones, como la subida del precio de los cereales, algo que se hace más necesario si cabe en estos tiempos de acusada crisis.

De estas plegarias se hicieron eco el hermano mayor de la Hermandad de San Isidro, Jesús Estríngana, como el propio alcalde de la ciudad, Antonio Román. Este último recordó la estrecha vinculación que guarda San Isidro con la provincia, y no sólo por intermediación de su mujer, Santa María de la Cabeza, quien al parecer habría nacido en Uceda, sino por la añeja tradición agrícola que atesora Guadalajara.