Dune: Fundamental e imperfecta

27/09/2021 - 10:04 J. Pastrana

La megalómana visión de Villeneuve sobre la historia de los Atreides es un rotundo sí en el 90% de su metraje, pero adolece de fallos puntuales que le impiden ser una obra maestra. 

Vivimos en la paradoja de las grandes superproducciones. Por un lado, parece que estamos cansados de que todas lleven la firma y fórmula que Disney ha inventado para Marvel y Star Wars; que estamos hartitos de ver coches haciendo burradas en Fast and Furious; y que James Bond y Misión Imposible tienen ya demasiados números detrás de cada título. Por otro, quienes plantan cara a ese cine de marca y franquicia, Nolan y Villeuneve, son demasiado pretenciosos y van de listos. Es más, ni siquiera saben hacer cine, hombre ya.

Y todo se dice con la misma fuerza e intensidad… O así parecen indicarlo esas redes sociales tan tóxicas, extremas y necesarias en las que nos movemos. Es lo que hay.

En pleno apogeo post confinamiento y post pandemia de las plataformas de streaming, el futuro del cine parece en entredicho. Y digo parece, porque solo lo estará cuando realmente no existan suficientes amantes del séptimo arte con el paladar necesario para apreciar las diferencias, que las hay y muchas, entre una sala y el home cinema de tu casa.

El Dune de Villeneuve es cine con mayúsculas. Es cine para ver en cine. Cine del que te molestarán algunos efectos sonoros si lo ves en cine. Cine que te emborrachará de imágenes si lo ves en pantalla grande. Cine pretencioso de un artista que va de autor porque quiere dar su propia visión de una obra literaria ya de por sí gigante. Es más, cine necesariamente pretencioso para que te puedas emocionar en tu butaca si es que acierta el disparo y que no aspira solo a entretenerte y sonreír. Es cine hecho por alguien que cree en el cine y que se cree su papel dentro de esta fábrica de sueños.

Si hay vida más allá de Marvel, Star Wars y héroes calvos (y conste que también me gustan) es en los proyectos de gente como Nolan, Villeuneve y otros directores que logren conseguir su crédito a base de pelotazos en taquilla cimentados sobre historias distintas y ambiciosas, como lo fueron Origen, Interestellar y La Llegada, que tendrán muy ruidosos enemigos, pero también generaron billetes suficientes como para ignorarlos y mantener la puerta abierta a productos no exclusivamente basados en la superficialidad y los efectos especiales.  

Dune nos cuenta la primera parte de la historia de Paul Atreides, hijo del duque Leto, enviado a Arrakis a cultivar la gasolina mágica del universo futuro. Una familia sentenciada de antemano por sus enemigos, los malvados Harkonen y el emperador de la galaxia… o del universo. Qué más da. Dune es la enésima historia del elegido, aunque realmente puede que sea una de las primeras, y una space opera en toda regla. Une política, misticismo y fanatismo religioso. Personajes con emociones y espectaculares escenas de acción. Es también una película que le queda larga a Villeuneve, demasiado empeñado en sacar planos a cámara lenta de una Zendaya que realmente tiene un papel testimonial en esta primera entrega. Es Momoa siendo actor en una superproducción sin renegar de sus virtudes física, Josh Brolin derrochando carisma, Rebecca Ferguson embrujando a la cámara, Oscar Isaac madurando de golpe y porrazo lo suficiente como para ser un líder creíble y Timothée Chalamet transitando por la dificilísima línea que separa al niño del hombre -geniales sus momentos fan boy con Momoa-.

El Dune de Villeneuve sirve para legitimar la versión que Lynch dio de la misma historia en la primera mitad de su película, pero desde un tono completamente distinto, ajustándolo a esa visión que él y Nolan comparten sobre el género fantástico y de ciencia ficción: cuanto más real y sobrio, mejor. Lo acompaña también por el uso de las bandas sonoras que ambos creadores comparten, no tanto melódico como intenso, necesario para elevar sus imágenes a un plano emocional que no tendrían por sí mismas –brutal el tema de los Atreides en este sentido a la hora de representar la épica y nobleza de la casa-.

Por desgracia a Villeuneve, además de esos 15 o 20 minutos de más, le falla la construcción del clímax de la historia. Acostumbrando a regalarnos gélidos desenlaces que invitan a la reflexión como los de Incendies, Prisioneros, Sicario o incluso La Llegada, aquí no se atreve a apostar abiertamente por un desenlace épico que deje en alto al espectador. Más que darnos un cliffhanger que nos deje maldiciendo los créditos, apuesta por unos puntos suspensivos.

Dune es un espectáculo, una superproducción ambiciosa que merece tener su segunda parte. Un evento cinematográfico importante que nos invita a ir más allá del mero entretenimiento y no juzgar a partir de la sensación final, si no de la reflexión sobre el conjunto. Villeuneve es un grande que llega un par de películas un poco perdido en su propia megalomanía, pero un artista a fin de cuentas que quiere entretener al espectador y asombrarlo… Y de esos no quedan tantos hoy en día.  

 

En Twitter: @CinefagoDe

 

Dune (2021, USA)

Director: Denis Villeneuve.

Guion: Eric Roth, Denis Villeneuve, Jon Spaihts. Novelas: Frank Herbert

Reparto: Timothée Chalamet, Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Josh Brolin, Jason Momoa, Zendaya, Javier Bardem.