EE UU, intervencionista; Europa, liberal

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Punto de vista
ANTONIO PAPELL, PERIODISTA
“El resultado final es concluyente: La falta de impulso político explica las divergencias en el crecimiento de Estados Unidos y la eurozona”.
Es el mundo al revés: un informe de Goldman Sachs publicado la pasada semana y traído poco después a la prensa española pone de manifiesto la paradoja antihistórica de que, en reacción a la crisis económica que nos embarga, en tanto los Estados Unidos han adoptado un cúmulo de medidas intervencionistas para hacerle frente, Europa ha emprendido una política económica muy tímida y demasiado poco estatalizadora. Los roles se han cambiado: Norteamérica importa los ecos del antiguo consenso socialdemócrata europeo de los años setenta y ochenta, y el Viejo Continente, converso al liberalismo ortodoxo que ha sido plasmado en los Pactos de Estabilidad y Crecimiento sobre los que se sostiene el euro, opta por la inhibición radical del Estado, por la inacción de lo público y –lo que es más grave- por la decisión de no ayudar institucionalmente a combatir la crisis.
“Estados Unidos ha reaccionado a la crisis pasándose al intervencionismo, mientras las reacciones en Europa han sido más tímidas”, dicen los economistas de Goldman. El resultado final es concluyente: “La falta de impulso político explica las divergencias en el crecimiento de EE UU y la eurozona”. A un lado del Atlántico, la Administración Bush ha practicado fuertes recortes de tipos de interés, inyecciones masivas de liquidez para salvar la banca (no toda la banca, pero sí las entidades clave), rescates públicos de grandes instituciones financieras y ambiciosos paquetes de ayudas fiscales. En otras palabras, un férreo intervencionismo público para sortear las turbulencias tras años y años de proclamar con insistencia las bondades del libre mercado. En la ribera europea, apenas nada. Resultado: la economía de EE UU, origen y principal foco de contagio del huracán financiero, capea el temporal con un crecimiento del 3%, mientras la Eurozona juega peligrosamente con la recesión. Esta es la síntesis de la situación para Goldman Sachs, pero también para los grandes think tanks neoconservadores. Así por ejemplo, El País ha mencionado la opinión de Desmond Lachman, economista del American Enterprise Institute (AEI): “Europa ha sido demasiado estricta, demasiado rigurosa en su política económica y va de cabeza a la recesión”.

Tras las primeras reacciones de estímulo a la liquidez de los mercados financieros, que tanto el BCE como la Reserva Federal realizaron al comienzo de la crisis de las hipotecas basura, todo ha sido distinto a ambos lados del Atlántico. La política fiscal para estimular la demanda interna sólo se ha utilizado en USA (y en España, los célebres y denostados 400 euros); apenas en Estados Unidos se ha salido decididamente al rescate de las instituciones de crédito en dificultades (pequeñas actuaciones de esta índole han tenido lugar en Alemania y Reino Unido). Y en tanto la FED bajaba rápidamente los tipos del 5,25 al 2%, el BCE los subía del 4 al 4,25%, con lo cual, según la mayoría de los analistas, se provocaba “una restricción monetaria adicional en un momento de fuerte restricción crediticia…”
Todo esto, y a pesar de que la economía es enigmática para nuestras sociedades, genera gran perplejidad en la ya desconcertada opinión pública europea, que se enfrenta con un gravísimo problema que ha irrumpido súbitamente y con gran virulencia. Porque frente a la extremada prudencia del Gobierno y de la oposición españoles -austeridad, control del gasto, etc.-, el informe de Goldman Sachs afirma que nuestro país aún tiene margen para practicar el estímulo fiscal reactivador por su baja deuda pública, al igual que Alemania, mientras Francia e Italia tienen cerrada esta vía. Además –se añade-, la economía española responde bien a estos estímulos…
En definitiva, es una ironía del destino que quienes inventaron la economía de mercado (o, más propiamente, la heredaron de sus mayores británicos y la desarrollaron hasta sus últimas consecuencias) estén ahora rescatando bancos quebrados por más de 230.000 millones de dólares y forzando al sistema financiero a apuntalar otras entidades en crisis, cuando aquí, en nuestros países que han llegado a tener poderosos sectores públicos, sería políticamente impensable salvar una empresa privada con dinero público. Entre otras razones, porque la Comisión Europea no lo toleraría.

Quizá, como a tantos conversos al liberalismo, lo que nos pasa es que al adquirir las nuevas convicciones lo hemos hecho con rigidez fundamentalista. Ser liberal, en economía y en la vida, debe suponer también ser flexible. Y a los europeos es esa flexibilidad pragmática y acomodaticia la que nos falta.