El castillo de Torija asiste a un nuevo recorrido histórico en las cuartas jornadas medievales
01/10/2010 - 09:45
Por: DIANA PIZARRO
Soñar es sencillo, y viajar en el tiempo, ahora también. Lo pudieron comprobar los centenares de personas que ayer pasearon por las calles de Torija, convertida en una villa medieval que albergaba en cada esquina un estrambótico personaje de una corte ficticia. Estandartes, mercadillos tradicionales y vecinos ataviados con sus ropajes del Medievo, formaban parte de un escenario global que ha conseguido consolidar una Fiesta de la Historia que celebró ayer su cuarta edición.


Como si de un romance se tratara, juglares, saltimbanquis, bufones, hechiceros, alquimistas y malabaristas tomaron ayer la plaza de la villa de Torija, un lugar de encuentro para personajes rescatados de la historia, la cultura y las tradiciones del municipio. Con una rima asonante en los versos pares, todas las viviendas de Torija se adecentaron para formar parte dignamente de un escenario medieval presidido por el castillo que, firme y majestuoso, dotaba a los trueques, las luchas de espada y los cortejos matrimoniales del mejor telón de fondo. Estas jornadas recuerdan la historia del pueblo, que queremos recuperar, incluyendo en esta cuarta edición una novedad, el campamento medieval, además de que hemos cambiado de ubicación las máquinas de tortura, señaló el alcalde, Juan Manuel Barriopedro, convenientemente ataviado para la ocasión, quien destacó la implicación de todos los vecinos en una cita relativamente joven. De hecho, muchos de los puestos de venta eran de vecinos del municipio que daban a conocer sus mañas con la aguja y el dedal, o con la sierra y el martillo. Era el caso de Teresa Romera, quien arropada de toda su familia mostró juegos de toalla con puntilla artesanal, cambiadores y ropita para bebés. Todo esto lo hacemos a mano, igual que los trajes que llevamos, explicó Teresa.
La jornada dio un respiro a los que la noche anterior habían trasnochado, ya que hasta las 11.00 horas no se abrieron los toldos del centenar de puestos que, alrededor de la plaza y de las calles aledañas, formaban parte de un mercadillo tradicional con diversos objetos, para la oración y la diversión. Pendientes y anillos de cristal de murano, cerámica artesanal, escudos heráldicos, tarros de rosa mosqueta o jabón de alepo, bollería tradicional, miel de la Alcarria... un sinfín de posibilidades que recreaban en todos sus detalles lo que habría sido el mercado de la villa hace siglos. Aunque no sea una jornada muy antigua, cada vez va cogiendo más auge, por lo que es una oportunidad extraordinaria para lo que significa Torija, su historia y su pasado, además de que es uno de los pueblos más bonitos de la Alcarria, con ese impresionante castillo, destacó la delegada de Cultura, Riansares Serrano, quien felicitó al Ayuntamiento por mantener la esencia de una actividad turística cultural, sin perder ese rigor histórico.
Con el pregón a cargo de Don Forúnculo de Aquitania, siempre acompañado de su esposa, comenzó el ir y venir de estrambóticos personajes que adelantaban lo que iba a acontecer en la plaza: una demostración de lucha entre caballeros. A cargo de la compañía Hierros Michel, procedente de Navarra, dos caballeros talludos mostraron el noble arte de batirse en duelo, con sable y con escudo. La espada sería la única arma con la que contaría el luchador, mientras que el escudo haría las veces de protección y de ataque, explicó uno de ellos al centenar de personas congregadas bajo un sol de justicia. Posteriormente, y tras mostrar a conciencia el choque de las armas afiladas, pasaron a pelear con la maza y el martillo, recomendados para poder atravesar el grueso jubón y la malla de los caballeros.
La mañana finalizó con una hermosa boda medieval, con cortejo nupcial incluido, en la que se unieron dos vidas para mejor o peor, según la ilustre tradición de los cómicos de La Legua, espetó don Forúnculo ante los maduros novios que no dudaron en sellar su unión con varios besos a petición de los oportunos invitados.
La jornada dio un respiro a los que la noche anterior habían trasnochado, ya que hasta las 11.00 horas no se abrieron los toldos del centenar de puestos que, alrededor de la plaza y de las calles aledañas, formaban parte de un mercadillo tradicional con diversos objetos, para la oración y la diversión. Pendientes y anillos de cristal de murano, cerámica artesanal, escudos heráldicos, tarros de rosa mosqueta o jabón de alepo, bollería tradicional, miel de la Alcarria... un sinfín de posibilidades que recreaban en todos sus detalles lo que habría sido el mercado de la villa hace siglos. Aunque no sea una jornada muy antigua, cada vez va cogiendo más auge, por lo que es una oportunidad extraordinaria para lo que significa Torija, su historia y su pasado, además de que es uno de los pueblos más bonitos de la Alcarria, con ese impresionante castillo, destacó la delegada de Cultura, Riansares Serrano, quien felicitó al Ayuntamiento por mantener la esencia de una actividad turística cultural, sin perder ese rigor histórico.
Con el pregón a cargo de Don Forúnculo de Aquitania, siempre acompañado de su esposa, comenzó el ir y venir de estrambóticos personajes que adelantaban lo que iba a acontecer en la plaza: una demostración de lucha entre caballeros. A cargo de la compañía Hierros Michel, procedente de Navarra, dos caballeros talludos mostraron el noble arte de batirse en duelo, con sable y con escudo. La espada sería la única arma con la que contaría el luchador, mientras que el escudo haría las veces de protección y de ataque, explicó uno de ellos al centenar de personas congregadas bajo un sol de justicia. Posteriormente, y tras mostrar a conciencia el choque de las armas afiladas, pasaron a pelear con la maza y el martillo, recomendados para poder atravesar el grueso jubón y la malla de los caballeros.
La mañana finalizó con una hermosa boda medieval, con cortejo nupcial incluido, en la que se unieron dos vidas para mejor o peor, según la ilustre tradición de los cómicos de La Legua, espetó don Forúnculo ante los maduros novios que no dudaron en sellar su unión con varios besos a petición de los oportunos invitados.