El Cid a hombros, en un cierre intrascendente

19/09/2011 - 00:14 Sergio Lafuente

 
A la resaca de la tarde del día anterior bajo la fiesta de Ponce y Fandiño le quedaban horas de vida. A las seis de la tarde el viento soplaba para volar cometas y la última corrida del abono nos devolvió a la realidad terrenal con un cartel que dio de sí el juego previsible sobre el papel. La corrida de José Luis Marca había sido remendada por la mañana con dos toros de José Luis Iniesta corridos en segundo y tercer lugar. El cuarteto de Marca resultó descastado, en general, y con muy poco fondo, llegando algunos de los astados al último tercio con agónica embestida. Con permiso de Cid, que apuntó detalles y puso la mejor de sus voluntades para salir en hombros, la tarde se movió por la cuerda de la intrascendencia. Y tan sólo rompió en realidad y de qué manera en el tercio de banderillas de Fandi al ensabanado sucio que cerró plaza. Tres pares que sonaron a preámbulo de traca fin de fiesta y levantaron al público de sus asientos. Los dos primeros fueron una más que digna interpretación de la moviola del carismático ‘Soro’, llegando en el tercer encuentro la suerte del violín. El foro quedó con ganas de más y obligó al granadino a un cuarto par de propina, que interpretó de poder a poder. Rendida la plaza, inició Fandi faena clavando rodillas en tierra en jaleado prólogo. Sin embargo, el poco gas del toro apenas aguantó dos series y la labor murió en ellas mismas. Tan sólo pudo Fandi meterse entre los pitones y volcarse a la hora de la muerte. Una oreja cayó como premio al conjunto de su actuación. Antes, con el primero de su lote, no brilló Fandila al nivel que en él es habitual. Facilón pero sin entusiasmar, ante un toro que llegó al último tercio totalmente desfondado. Ni una sóla vez pasó el astado por la muleta del granadino y tras dos pinchazos, se echó sin ni tan siquiera haberse hundido el acero ni una sóla vez. La última puerta grande de la Feria tuvo el nombre de El Cid. El diestro de Salteras, que presenció la corrida del sábado desde el callejón, a buen seguro se vistió de luces en la tarde de ayer con ganas de reivindicación. El toreo tiene esas cosas por las que el año pasado fue Cid el único torero de a pie que se marchó a hombros de la plaza y sin embargo, la mejor faena de la Feria le fue reconocida a Ponce. Tampoco en la tarde de ayer ninguna de las faenas de Jesús Manuel, premiadas cada una de ellas con una oreja, pervivirán por demasiado tiempo en la retina de los aficionados. El retinto que hizo segundo salió buscando hierba, aunque sorprendió el impetú con que empujó en el caballo. Debió de verlo claro Cid y sin probaturas le planteó faena enseñando la muleta con la mano zurda. Rompió el toro con embestida de largo viaje y hubo tres series de cierta transmisión a las que, posiblemente, les faltó poso y temple. Barquerito escribió el pasado invierno una frase para subrayar: “en un toro la velocidad no es necesariamente temple, porque no siempre la velocidad es ritmo”. Y quizá a Cid le faltó ritmo. Tras tres tandas con la mejor zocata, cogió por vez primera la mano diestra. Acortó el viaje el toro una enormidad a partir de entonces y el toreo de cercanías aseguró la primera oreja. El segundo trofeo de Cid vino con un toro que de salida se frenó en capotes y al que Boni se encargó de darle capa. Se movió y mucho en la muleta, aunque con embestida un punto descompuesta. De nuevo, torero y toro se entendieron sólo a ratos. La buena voluntad de Cid, rubricada con una estocada tendida, trajo la concesión de una nueva puerta grande. Rivera Ordóñez compareció finalmente en Las Cruces, a pesar de la tendinitis que arrastra. En su voluntad hizo de todo y poco o nada bien. Ni las verónicas del saludo, ni las banderillas que con las que se desdibuja como caricatura de El Fandi. Al flojísimo primero que abrió plaza no lo quiso ver y abrevió, mientras que con su segundo de almíbar y mazapán se embarulló en un proyecto efectista. No hubo toreo porque ni siquiera se lo planteó el hermano mayor de los Rivera.