El circo hizo soñar a lo grande en La Concordia y en La Amistad

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: ERIKA H. L.
FERIAS Y FIESTAS


El tiempo no pudo ser ayer mejor aliado de los actos pre festivos en Guadalajara. Cuando el sol brillaba en su cénit, los parques de La Concordia y La Amistad -dos puntos emblemáticos de la capital- se convirtieron en sedes de auténticos espectáculos circenses. No sólo las megafonías y la música que resonaba por las calles aledañas avisaban de que algo se cocía por aquellas zonas.




No fueron pocos los que, sin saber qué diantres se estaba produciendo allí, se asomaron para satisfacer su curiosidad. Con menor cantidad de público pero no por ello menos entregado, en el parque de La Amistad, los presentes yacían apostados a ambos lados de los números que sucesivamente representaban malabaristas y equilibristas en busca de una más que cotizada sombra. Fue precisamente el considerable calor el que motivó que el ‘cicerone’ del espectáculo circense instase a los presentes a juntarse en un mismo lado para facilitarles la visión de los números, tanto a ellos como a sus circenses protagonistas. Giros de muñeca con ‘frisbees’, números de faquir y acrobacias sobre cimitarras atrajeron irremediablemente las miradas de los asistentes, sobre todo de los más pequeños. Ambientados en un clima muy árabe, entre las canciones y los ropajes de algunos de los acróbatas, durante cerca de dos horas, los espectáculos más puros y propios del circo se mostraron a ojos de los vecinos. Uno de los números más destacados en el parque de La Amistad tuvo lugar cuando una de las bailarinas, ataviada con colores de la realeza en oro y púrpura, vertió los trozos de cristal de una botella sobre una alfombra. A continuación fue su compañero, también vestido al más puro Príncipe de Persia el que caminó y se recostó sobre los pedazos de vidrio caídos, demostrando su fortaleza e inmunidad a los cortes, lo que le granjeó el aplauso del respetable y algunos gritos de entusiasmo procedentes de los pequeños. Entre ambos ofrecieron una nutrida variedad de acrobacias y saltos. Fue también el ‘persa’ el que cautivó con un número de equilibrismo al ascender por varias espadas como si de escalones se tratasen.




No con menos nivel se presentaron los otros espectáculos circenses del parque de La Concordia, llamativo con la caseta clásica a rayas rojas y blancas típica del circo. Junto al quiosco de la música, allí se encontraban otros malabaristas y acróbatas. Su céntrica situación provocó una multitudinaria asistencia por parte de los guadalajareños, quienes viendo lo atractivo y entretenido de los números no dudaron en traer a sus pequeños a disfrutar de la soleada y divertida mañana. Una de las actuaciones más espléndidas fue la que dos bailarines llevaron a cabo colgados de unas inmaculadas y blancas sábanas. Como si de unas lianas se tratasen y con una delicadeza casi impropia de sus posturas, los gimnastas -también de blanco- se sostuvieron y suspendieron sobre el suelo en infinidad de ocasiones. Con una música también de toques árabes, los acróbatas se columpiaron ante los ojos de los sorprendidos asistentes, quienes no dudaron en inmortalizar los atractivos números. Fue este uno de los actos más aplaudidos. Quien más y quien menos intentaba hacerse un hueco entre la muchedumbre para conseguir la mejor panorámica de los artistas circenses más la empresa se antojaba difícil. Cualquiera de los ángulos disponibles para observar las acrobacias resultaba insuficiente ante una Guadalajara que llenó el paseo de La Concordia, sus bancos, sus jardines y su quiosco de la música, muy solicitado también debido a su privilegiada situación sobre los números. Las cámaras y los objetivos dieron mayor enjundia a los actos de La Concordia, evidenciando con ello el éxito de los sucesivos espectáculos.

Llenando de conocidas melodías las llamativas piruetas de los artistas, el público se mostró totalmente volcado con lo que veían sus ojos. Los artistas respondieron con creces. Hicieron bailar varios platos a la vez, sostenidos sobre finas varillas, y atrajeron la atención de los niños con alegres campanillas de colores mientras sonaba de fondo la melodía más conocida de la banda sonora de ‘La vida es bella’. Antes, los asistentes ya habían comprobado la habilidad, equilibrio y fuerza de dos bailarines que hicieron varias acrobacias, giros y piruetas al calor de los primeros acordes del trabajo más famoso de Carl Orff, ‘Carmina Burana’, poniendo aún más si cabe la nota de tensión y emoción que acompaña a este tipo de espectáculo. Sin la menor duda, que ‘Viva el Circo’.