¿El corazón tras el espejo?

31/03/2019 - 17:15 J. Pastrana

¿Puede mantenerse la conexión con el público durante  más de dos horas y media? Sí. ¿Y la poesía? Bueno, puede intentarse. Espejos y espejismos se sustenta en el alma de Santi Balmes, en esas palabras que le crecen en la ´sentimentera´ antes de tomar forma de poesía. Sí, se viste de sombras chinescas, títeres, melodías e incluso humor gracias a las charlas con Jordi Roig, pero es él quien está en el centro de todo.

 

Espejos y Espejismos podía haber sido un espectáculo estrictamente poético y emocional, pero Love of Lesbian decidió rebajarlo con humor. Lo que por un lado torpedea de vez en cuando el hilo que conecta alma y escenario, sirve por otro para reforzar la conexión con el artista, para justificar un espectáculo de caras B al que le viene bien tener otros puntos fuertes, ya que Balmes cumplió la advertencia lanzada al principio de la actuación: la velada no iba a contar con la presencia de ninguna de las canciones del grupo más escuchadas en Spotify.

 

A falta de grandes éxito, uno de esos puntos fuertes fue la escenografía de Guillem Alba, con todos esos elementos tan de antes a los que quizás perjudicó un poco la inmensidad del Buero Vallejo. Era inevitable fantasear con la posibilidad de haber visto Oniria e Insomnia o los juegos con sombras chinas en el Teatro Moderno, pero difícilmente habría sido eso posible. Si se tiene en cuenta que ya el Buero se quedó pequeño para los Lesbian Lovers, resulta fácil imaginar revueltas en las calles en caso de que la actuación hubiera sido en un recinto aún más pequeño. Un único pero: Quizás se podría haber trabajado un poco más la conexión entre la atmosférica puesta en escena, las canciones y el desarrollo del concierto… o quizás fue un servidor el que se perdió entre las metáforas.

 

Respecto al humor, Balmes y Roig no dudaron en mostrarse ante el público. Cuánto había de improvisación y cuánto de discurso preparado en sus conversaciones es algo que resulta difícil asegurar. Así que, punto para ellos. Si fue improvisación, consiguieron conectar con el respetable, sin miedo llegado el caso de hablar de algo tan delicado hoy en día como la política. Y si estaba preparado, pues acierto también, porque la naturalidad les brotaba por todos los poros del cuerpo.

 

Y por último, claro, la música. En algunos momentos del concierto, Balmes parecía estar más cerca del recital poético que de la música. Era esa intimidad interruptus que se rompía de vez en cuando por el humor, pero a la que beneficiaba la magia de la puesta en escena. Lo que está claro es que cuando aparece el Santi Balmes más desatado, el hombre que le presta su voz al corazón para que pueda gritar en paz en vez de susurrar sentimientos, no importan lo uno ni lo otro. No era un concierto de grandes temas, pero canciones como Planeador, Contraespionaje, Wio, Los males pasajeros o Un día en el parque tienen suficiente personalidad para agarrarse a las entrañas del espectador. Y más aún ese Segundo Asalto interpretado en medio del patio de butacas. No hubo coros enloquecidos, pero sí buena música... y evocadora, muy evocadora.

 

Espejos y Espejismos es más una experiencia que un concierto, una oportunidad de decir que se ha estado charlando con Santi Balmes durante 160 minutos, que se le ha visto recitar La Palabrera, que ya se conoce su alma un poquito mejor y que hemos visto reflejos de su corazón… Aunque puede que ese sea precisamente el auténtico espejismo de todo esto, ¿pero acaso importa?