El Cristo del Amor y de la Paz procesionó en la mañana del Viernes Santo

03/04/2015 - 19:04 Redacción


El Cristo del Amor y de la Paz protagonizó un año más la procesión matutina del Viernes Santo. La imagen, sobre una carroza llena de rosas y claveles rojos, salió de la iglesia parroquial de San Ginés unos minutos antes del mediodía. La plaza, llena de público en una jornada soleada y primaveral, le tributó un cerrado aplauso y segundos después sonaba el himno nacional interpretado por la banda de la propia cofradía que puso el toque musical a una procesión que finalizaría con la vuelta del crucificado a esta misma iglesia casi tres horas y media después. Las andas de la carroza serían portadas como siempre por miembros del cuerpo de la Guardia Civil, institución muy unida desde sus orígenes a este desfile, conocido en sus primeros años como la procesión de los guardias. Sonó el martillo, previas palabras del capataz con dedicatoria a la Benemérita. La imagen se alzó al cielo y comenzó el recorrido. Mujeres vestidas de mantilla y los sacerdotes de la parroquia seguían la carroza.
Especial emotividad se vivió en las puertas de la iglesia de San Nicolás, donde la imagen de Nuestra Señora de la Soledad esperaba la llegada del hijo crucificado. En esos momentos la plaza del Jardinillo estaba llena de un público expectante por el encuentro. El baile de las carrozas en su aproximación, salutación y posterior despedida, siempre al ritmo de la música, resultó intenso. Al llegar el Cristo ante la Virgen no faltó el canto de una saeta. También se entonó la salve y un representante de la cofradía del Cristo entregó dos rosas rojas que serían colocadas en la carroza de la Virgen. El silencio, solo roto por los aplausos y los temas musicales, aportó solemnidad. El Cristo del Amor y de la Paz portó crespón negro por el fallecimiento el pasado diciembre del abad de su cofradía y párroco de San Ginés, Santiago Cabellos. El paso de la Virgen exhibió también el crespón en duelo por la muerte reciente del pintor Carlos Santiesteban. Sus cofradías y con ellas la ciudad les rendían así un merecido recuerdo.
Terminado el encuentro, el Cristo del Amor y de la Paz daba media vuelta para seguir su recorrido por la calle Mayor y plaza de Santo Domingo para llegar, por el parque de la Concordia, hasta la puerta principal del Asilo. Al igual que el Nazareno en la tarde del jueves, el crucificado dejaba su belleza y cariño a los más mayores que salieron a recibirle. Una hermana de la residencia de ancianos agradeció el gesto con la lectura de un poema. Desde allí por las calles Padre Félix Flores y Virgen del Amparo hasta Santo Domingo la imagen del Cristo volvió a la iglesia de San Ginés. Pasaba ya en casi media hora las tres de la tarde y todavía un grupo numeroso de fieles vivía otro de los grandes momentos, la intensa entrada. Muchos se llevaban una rosa o un clavel de la carroza de recuerdo. El Cristo, aún en su carroza y ya en su capilla, centraría la atención de quienes participaron en la celebración litúrgica de la tarde.