El cura de Tamajón

04/08/2018 - 12:00 José Serrano Belinchón

Se llamaba Matías Vinuesa, aunque fue más conocido por “El cura de Tamajón”, porque lo había sido en aquella villa. 

Tenemos de regresar en el tiempo doscientos años para encontrar a nuestro personaje. Se llamaba Matías Vinuesa, aunque fue más conocido por “El cura de Tamajón”, porque lo había sido en aquella villa. En los libros que yo estudié no recuerdo que se me diera noticia sobre este personaje; sí, en cambio, abundante en datos, lo encontré en la segunda serie de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, tomo titulado El Grande Oriente. Don Matías Vinuesa, olvidándose de sus funciones de pastor de almas, se entregó de lleno a la guerrilla en el bando absolutista, siendo todavía rey de las Españas Fernando VII, monarca que tuvo para él toda clase de distinciones, pero que a la hora de la verdad de nada le sirvieron. En la obra de Galdós ya anunciada, justo en uno de los párrafos donde Gil de la Cuadra cuenta al joven y poderoso Monsalud, algunos datos acerca de nuestro personaje: “Aquí tiene usted la sabiduría de los liberales. Con su imbécil sistema de apalear a los que no piensan como ellos, van poco a poco convirtiendo en enemigos a todos los españoles. Yo vine a Madrid y mi mala suerte deparó me el encuentro con un amigo de mi juventud, don Matías Vinuesa, cura que fue de Tamajón, a quien su Majestad hizo capellán de honor y Arcediano de Tarazona”.

Actuó Vinuesa con todos los medios a su alcance en contra de la causa liberal. Luchó contra los franceses de Napoleón y defendió el poder absoluto del rey valiéndose de prédicas y escritos. Al final fue detenido y condenado a prisión durante diez años. Cuenta Galdós que Vinuesa estaba en un calabozo del piso bajo, y que sobre la puerta negra  habían trazado con tiza la horca y el ahorcado, más una cuarteta escrita al pie que decía: Considera alma piadosa/En esta nona estación,/El árbol del que colgaron/ Al cura de Tamajón.

Hubo un tira y afloja cruel y prolongado por cuanto qué hacer con él por parte de sus carceleros. No era tan fácil como creían ahorcar a Vinuesa sin atenerse a las consecuencias. En la mañana del 4 de abril de 1821, un grupo de exaltados lo sacaron de la cárcel, y después de asesinarlo a martillazos, arrastraron su cadáver por Madrid, seguido de la chusma incontrolada. Era una muerte cantada. Lo demás no fue sino una consecuencia de la sinrazón, de lo que es capaz de hacer el corazón endurecido del hombre, cuando el hombre deja de ser hombre para convertirse en la más atroz de las bestias.