El drama de la inmigración irrumpe en Cannes con ‘El silencio de Lorne’

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

En la película belga El silencio de Lorne, para facilitarle las cosas, un amigo le consigue un matrimonio de conveniencia con un toxicómano a la protaginista, que ella acepta.
Pero tras la boda, Lorne buscará un divorcio rápido y volverse a casar un con mafioso ruso que también busca la nacionalidad. Para ello, simulará malos tratos por parte del joven yonki, mientras éste le pide ayuda.
Es una película dura y muy realista que muestra las miserias y la lucha por la supervivencia de unos seres humanos instalados en la marginalidad más absoluta. Cuenta con una extraordinaria interpretación de Arta Dobroshi, actriz de origen albanés, que ha vivido en Kosovo y ahora en Sarajevo, surgida de un casting que realizaron allí los directores, y que aprendió a hablar francés en dos meses para poder interpretar al personaje. “Lorne es una mujer que lucha por sobrevivir y que podría ser de España, Bélgica, Kosovo o cualquier otro sitio”. Su novio en la pantalla, interpretado por Alban Ukaj, estuvo en un campo de refugiados en Kovoso. “Para preparar mi personaje busqué mis propias experiencias, de la época de la guerra de Kosovo. Considero que lo peor que te puede pasar cuando vienes de un país pobre o en guerra es sufrir la humillación”.

Trato humano
Jean-Pierre y Paul Dardenne aseguran que “la historia está basada en un caso real. Más que la historia de una mujer, lo que hemos querido hacer aquí ha sido el retrato de un personaje”. Los directores se mostraron muy sensibilizados por el tema de la emigración, “algo que existe y que no se puede ir en su contra. Los inmigrantes necesitan un trato más humano que el que están recibiendo en Europa en muchas ocasiones. En Bélgica, por ejemplo, aunque los hijos de los ilegales son escolarizados, cuando se expulsa a sus padres, se les hecha también a ellos, privándoles de la escuela”.
También ha pasado por la competición la producción filipina Servis, firmada por Brillante Mendoza, un descenso a las cloacas del sexo y la prostitución, en torno a una familia compuesta por el matrimonio y sus cuatro hijos, que regenta un cine pornográfico, llamado irónicamente ‘Familia’, en la que todos sus integrantes viven en él. Es también una película dura, de pocos diálogos, en la que el director ha sobrepuesto el sonido ambiente exterior de la calle en la que está situado el local, por encima de los diálogos de los personajes y de los ruidos que surgen de los diferentes lugares de la amplia y vetusta sala de cine.