
El Hundido de Armallones
Caminando junto al Tajo, por su orilla derecha en esta ocasión, voy viendo paisajes y evocando historias. El Río Tajo es un ancho vial de aguas y recuerdos. En un libro que saco ahora a la pública consideración, hablo de todo ello: geografía, historias, paisajes y gentes del Tajo.
En el trayecto medio del Alto Tajo nos encontramos el Hundido de Armallones, un lugar del que todos han oído hablar, pero pocos han llegado hasta él. Y conviene hacerlo, para sentir en las venas la potencia de este entorno, y digerir entero el plato suculento que es este Parque Natural, por el que cruza el Tajo en su primer trazado.
Le calificamos de Hundido aunque su trazado es similar al resto del cauce del Tajo en esta zona. Pero añade algunas peculiaridades que le hacen atractivo. Unas son puramente geográficas, geológicas. Y otras legendarias, y naturalistas. En todo caso, la zona en la que se encuentra el Hundido de Armallones es de gran interés para los estudiosos de la geografía, pudiéndose decir que se basa en una erosión kárstica en un entorno en que son muy abundantes estos tipos de desgaste del entorno calizo.
En el ámbito natural, el Hundido de Armallones es un espacio de biodiversidad, pues a pesar de su aspecto árido y rocoso, la depresión alberga una gran variedad de flora y fauna que aprovechan las condiciones particulares del lugar. La vegetación que crece en las laderas del hundido incluye especies adaptadas a la sequedad y la exposición al viento, como encinas, sabinas y arbustos de bajo porte. Dicen las leyendas que pueden encontrarse también especies vegetales traídas de lugares remotos por los caballeros templarios que la poblaron en la Edad Media. Yo no he visto ninguna planta extraña, aparte de la variedad y multiplicidad de las especies propias del bosque mediterráneo húmedo. En cuanto a la fauna, se pueden encontrar diversas especies de aves rapaces, roedores y pequeños mamíferos que han hecho del área su hogar, especialmente debido a la protección natural que ofrece el hundimiento frente a los vientos fuertes y a las condiciones extremas de temperatura que predominan en las llanuras que rodean al Hundido. Los buitres leonados son sus habitantes más destacados, muy numerosos, alojándose en los bordes de los cantiles calizos que otean desde la altura el Hundido. Hay también águilas perdiceras, alimoches, y halcones peregrinos, incluso rapaces como el azor y el gavilán.
Dos miembros del Club de Montaña pasando por el Tajo en el transbordador de las Salinas de la Inesperada.
De las diversas leyendas que se han originado en su entorno, no es la menor la tradición popular que habla de desapariciones inexplicables, relatando que el terreno se traga a veces a aquellos que se aventuran demasiado cerca de su borde. Se decía que las gentes del lugar evitaban el área durante la noche, pues creían que el hundimiento tenía propiedades mágicas o incluso espíritus malvados sobrevolaban el entorno. Esta idea de que el terreno absorbía a los vivos se ha alimentado en parte por la naturaleza aislada y algo sombría de la zona, donde el viento y el eco parecen generar extrañas sensaciones.
El Hundido de Armallones, además de su valor geológico y natural, tiene una gran relevancia turística. Se ha convertido en uno de los principales puntos de interés para aquellos que visitan la zona, atraídos no solo por su belleza natural, sino también por el aura de misterio que lo rodea. Es habitual ver senderistas y fotógrafos explorando la zona, aprovechando sus singulares formaciones rocosas y la espectacular vista que ofrece el paisaje circundante.
En todo caso, el Hundido de Armallones es un claro ejemplo de cómo los fenómenos naturales, a lo largo del tiempo, no solo modifican el paisaje, sino que también dan lugar a un imaginario colectivo que mezcla la ciencia y la leyenda. Este singular lugar no solo es de interés para los geólogos y amantes de la naturaleza, sino también para aquellos que buscan sumergirse en las tradiciones y mitos que definen a los pueblos guadalajareños.
La ruta más habitual para disfrutar del Hundido es la que sale de Ocentejo, y a pie se puede alcanzar la zona, sin problemas. Se camina por trazado plano, y se completan 3 kms. de ida y otros tantos de vuelta. Otra forma es hacerlo desde Armallones, en el alto de la orilla izquierda del río, aunque es más larga, un poco más de 10 Kms, y se puede hacer a pie, en bici o incluso en todo-terreno. En esta ruta se puede hacer uso del Refugio del Hundido, un sólido edificio que cuenta con chimenea, y por este camino se puede llegar hasta “el Pontón”, por el GR10, accediendo a la orilla donde hay buenas zonas de baño y mesas de pic-nic.
En el libro que editó la Red de Bibliobuses de Guadalajara en 2013 titulado Guadalajara: agua y vida, Pío María Yagüe nos contaba algunas anécdotas que él había vivido en Ocentejo, como fue la presencia en el entorno de los maquis (guerrilleros que quedaron en la península tras la victoria en 1939 del Estado Nacional franquista) y nos dice que en el pueblo quedaron cuatro o cinco, que vivían en cuevas de la zona y pedían tabaco a los pastores, a los que se unió un topo, que fue quien finalmente los traicionó.
El Hundido de Armallones en el Alto Tajo.
Cuenta que, conforme a la tradición del pueblo, el Hundido se formó en el estrecho de la Tormellera, cuando en 1755 y tras el gran temblor de tierra al que llamaron “Terremoto de Lisboa”, cayeron grandes bloques de roca caliza al fondo del cauce, y se formó una presa natural, con una gran balsa que obligó al río a cambiar el cauce.
En el entorno del Hundido de Armallones se encuentran las “Salinas de la Inesperada”. Se trata de una explotación ya abandonada, que durante medio siglo fue muy productiva, y generó riqueza en el entorno. Nos las encontramos en la margen derecha del Tajo, aguas arriba desde Ocentejo, y el Hundido, bien pasada las Tormellera y antes de llegar a la Juntas, donde desagua el arroyo Ablanquejo en el Tajo. Según nos cuenta Pío María Yagüe, las Salinas de Ocentejo fueron descubiertas (de forma “inesperada”) por un buhonero de Morillejo, que en una ocasión vio cómo los bueyes que arrastraban maderos hasta la orilla se paraban en una zona donde chupaban la tierra en una poza, y donde los pastores cogían un poco de agua que estaba muy salada para el gasto de casa. Este individuo, que se llamaba Cándido Arralde, realizó un pozo un poco más profundo, de unos dos metros, en la orilla derecha del Tajo, viendo con sorpresa que de allí empezaba a manar el agua, muy salada, con más grados de salinidad que la del mar. Esto ocurrió a finales del siglo XIX, y allí puso Arralde una noria con un burro que daba vueltas alrededor de ella, sacando el agua que distribuía por canales y luego por albercas, de las que llegó a montar 365, tantas como días tiene el año. Aunque murió en 1903, a Arralde le siguieron en la explotación su hija María, quien se las entregó a un primo llamado Víctor del Amo, quien con sus nueve hijos, todos nacidos en las salinas, explotaron aquella industria minera, tan familiar, hasta pasado el comedio del siglo XX. Yo llegué a conocerlas, enteras aún, pero sin actividad, en 1975, y aún utilicé el transbordador que durante la guerra civil, el soldado Juan Domènech y otros compañeros habían instalado en forma de cajón colgante de una polea que sobre unos cables cruzaba el río Tajo para transportar materiales y alimentos. Y hasta me hice unas fotos usándolo, con mi mujer Marisol, y otra en la que aparece Juan Manuel Abánades y su hijo Juan Claudio, como testimonio de cuanto digo. Al tal Juan Domènech i Martínez, presidente del Club Fomento Excursionista de Barcelona, la Diputación Provincial le concedió la Medalla de Bronce de la Provincia, a instancias de Jesús García Perdices, presidente del Club Alcarreño de Montaña, en 1982.
Salinas de la Inesperada hace 50 años.