El Museo Julio Romero de Torres paso a paso

29/12/2011 - 11:52 E.P.

El edificio que alberga el Museo Julio Romero de Torres en la ciudad de Córdoba forma parte del que fue el antiguo Hospital de la Caridad, patrocinado por los Reyes Católicos a finales del siglo XV y atendido por la orden franciscana. A partir de 1837, pasó a manos de la Diputación Provincial de Córdoba y diversas instituciones culturales ocuparon su espacio: Real Academia, Comisión de Monumentos, Biblioteca y dependencias del Museo y Escuela Provincial de Bellas Artes.

A la muerte de Julio Romero de Torres, ocurrida el 10 de mayo de 1930, su viuda e hijos donaron al pueblo de Córdoba los lienzos del artista que habían participado en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, para crear un Museo en su memoria. Sus fondos se nutrieron con donaciones de particulares y con las obras y mobiliario del pintor en Madrid. Tras una importante reforma de adaptación del edificio, este Museo se inauguró el 23 noviembre de 1931 por el entonces Presidente de la II República Española Don Niceto Alcalá Zamora.

El Museo, paso a paso

Sala I


Julio Romero participó de la corriente francesa del cartel como medio de comunicación publicitaria y realiza una serie de obras en las que se integra en la nueva tendencia.

En Córdoba pinta el de la Feria de Ganados de 1897 y Ferias y Fiestas de 1902 y los de la Feria de Nuestra Señora de la Salud de los años de 1905, 1912, 1913 y 1916. Las bodegas de Cruz-Conde le encargaron el anuncio de sus vinos y las populares etiquetas de Anís "La Cordobesa".

En Madrid, el de la corrida patriótica de 1921 en beneficio de las víctimas del desastre de Annual y para la Unión Española de Explosivos de Riotinto, cuatro carteles calendarios de los años 1924, 1925, 1929 y el publicado en 1931.

El museo conserva originales en lienzo en los que el artista ha sabido conjugar las influencias modernistas con los aires de su tierra, vitrinas conteniendo publicaciones, manuscritos y billetes dedicados al pintor, completan esta Sala vestíbulo del Museo.

Sala II

El escenario vital que rodeó al pintor está presente en esta sala dedicada a su recuerdo. Reproducciones fotográficas de sus padres y hermanos, de la casa familiar de Córdoba, del estudio del pintor en Madrid y de los éxitos obtenidos en 1922 en Argentina en la Galería Witcomb de Buenos Aires.

Mobiliario que le acompañó toda su vida; bargueños, cerámica, utensilios de cobre que fueron motivos frecuentes en sus lienzos. Su guitarra, capa y sombrero se pueden admirar en vitrinas, la reproducción de su mano, paleta y pinceles y la emisión de sellos en homenaje a su figura, nos introducen en el mundo de este creador.

Obras de sus comienzos representativas de los contenidos sociales que marcaron sus primeros pasos en la pintura; ¡Mira qué bonita era!, premiada con la Mención Honorífica en la Exposición Nacional de 1895 y Horas de Angustia, un dibujo de grandes dimensiones y la última obra inacabada que dejó el artista en el caballete, un retrato de María Teresa López con hábito de monja, nos ambientan en su escenario vivencial. La sala se completa con las caricaturas de Luis Bagaria y Alejandro Sawa, y los retratos póstumos que le hicieron sus grandes amigos, el escultor Alfonso del Rosal y el pintor Anselmo Miguel Nieto. Preside la sala la escultura de su padre, Rafael Romero Barros y la cabeza que Amadeo Ruiz Olmos realizó en su homenaje.

Sala III

Esta Sala está dedicada a la mujer, reúne gran parte de los lienzos más emblemáticos de su trayectoria realizados en los últimos años de su vida; La Chiquita Piconera, testamento pictórico del pintor, Viva el pelo, La copla.

En el conjunto predomina el desnudo femenino, protagonista de una serie de obras en las que el pintor despliega su imaginación para desarrollar argumentos basados en el principal soporte escénico de su producción: la mujer. En La Ribera, La nieta de la Trini, Ofrenda al arte torero, Naranjas y Limones y Contrariedad.

Los retratos de la actriz Marichu Begoña, representada como Diana cazadora con el galgo Pacheco, inseparable del pintor, y de la artista sevillana Conchita Triana; los estudios de expresión que le hizo a su última modelo en Córdoba, María Teresa López, en Bendición, La niña de la Jarra, Carmen, Ángeles y Mujer de Córdoba, unido al busto en bronce que sobre Julio Romero realizara en 1931 el escultor Mariano Benlliure completan la sala.

Sala IV

Romero de Torres fue esencialmente retratista; llevo a sus lienzos a personajes del mundo de la política, de la literatura, de la sociedad, realizando más de quinientas representaciones. Los ministros cordobeses, de Justicia y de la Guerra, Antonio Barroso y Castillo y Diego Muñoz-Cobos y Serrano, la diputada socialista Margarita Nelken, el escritor de Iznájar, Cristóbal de Castro y el poeta sevillano Joaquín Alcaide Zafra están presentes en el museo. Innumerables fueron los encargos que recibió de damas de la alta sociedad; Concepción Ruiz Frías, esposa del ministro Natalio Rivas Santiago, María Aguilar o la Condesa de Colomera, vestida de reina de los Juegos Florales de 1930, retrato inacabado de Magdalena Muñoz-Cobos. Elena Pardo, una de las modelos preferidas, es protagonista de dos estudios, Mari Luz y Marta, que forman parte del grupo que el pintor denominó Chiquitas buenas.

Sala V

La obra mística de Julio Romero, simbiosis de religiosidad y paganismo, está reunida en esta sala en una serie de lienzos influidos por los pintores barrocos del siglo XVII, Antonio del Castillo y Valdés Leal. Su particular interpretación de los pasajes evangélicos y bíblicos adquiere una profana sensualidad que da origen a sus personales interpretaciones de La Magdalena, Salomé o El Arcángel San Rafael. La Virgen de los Faroles y Muerte de Santa Inés son algunas de las obras más importantes. Cabeza de Santa, Samaritana y Amor Místico son exponentes de esta temática tan ajena a la producción del pintor. La sala también acoge una de las obras cumbres, El poema de  Córdoba, políptico formado por siete lienzos en los que rinde homenaje a las sucesivas culturas de nuestra ciudad y que centra San Rafael, significando así su admiración por el Custodio de Córdoba.

Sala VI

Contiene las grandes composiciones: Nuestra Señora de Andalucía; personificación del baile, del cante y del flamenco divinizados en la mujer andaluza. El Pecado y La Gracia, considerados como dos de los mejores desnudos de la pintura del siglo XX.

La gran afición que tenía el pintor por el flamenco lo impulsa a llevar a sus cuadros temas de este género: Alegrías, escena alegórica de baile captada de forma majestuosa y Cante Jondo, representación del cúmulo de símbolos que encierra, donde el amor, la pasión y la muerte se hacen realidad plástica.