El Palacio de Dávalos, seña de identidad de la historia y cultura de Guadalajara


Las obras de restauración del Palacio, que se llevaron a cabo en la segunda mitad del siglo XX se debieron, en gran parte, al empeño y dedicación que puso en ello Francisco Layna Serrano, el gran Cronista Provincial de Guadalajara. 

 

El Palacio de Dávalos, felizmente rehabilitado y hoy día dedicado a Biblioteca Publica Municipal, es una de las joyas artísticas e históricas más interesantes  que tiene nuestra ciudad. Cuando llegué a la alcaldía en el año 1992 me acerqué a visitarlo y me encontré con un edificio en plena ruina que necesitaba una actuación urgente si no queríamos que se perdiera, como así ha sucedido en numerosos casos, una de las señas de identidad de nuestra ciudad.

  El primer obstáculo para proceder a su rehabilitación era que el edificio de propiedad particular  pertenecía a la familia Tejero Verdejo, por lo que en el Pleno del Ayuntamiento de 30 de septiembre de 1993 se aprobó su  adquisición con  la parcela de 2.423  m/2 que ocupaba, encontrando toda suerte de facilidades en los propietarios, realizándose la compra y firmando las actas de adquisición del Palacio el 15 de diciembre de 1995, en un precio de 98.813.524 pts. (593.881 euros).

  Dado el coste que supondría la rehabilitación del Palacio de Dávalos, que el ayuntamiento no habría podido afrontar, mantuve conversaciones con la entonces ministra de Educación, Cultura y Deportes, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma , que aceptó la cesión del edificio para rehabilitarlo y ubicar en él un centro socio-cultural , por lo que en el pleno del ayuntamiento de 29 de diciembre de ese mismo año se aprobó la cesión al ministerio  de manera gratuita y con esas condiciones , pudiendo revertir al ayuntamiento sino se cumplían las mismas.

  El Palacio de Dávalos, según los historiadores Muñoz Jiménez y Pradillo Esteban, se debió construir a principios del siglo XVI, en el estilo de Lorenzo Vázquez, arquitecto de los Mendoza, fundador de la Escuela Alcarreña y uno de los precursores del  Renacimiento en España, perteneciendo el Palacio al Príncipe de Melito  y adquirido en 1576 por Hernando Dávalos y Sotomayor, sometiéndolo a una sustancial remodelación. Las reformas sucesivas llevadas a cabo por la familia Dávalos lograron un ejemplar notable de Palacio urbano.

  Los Dávalos habían llegado a Guadalajara a principios del siglo XVI cuando  un hijo de Fernán González de Carrión, regidor de Guadalajara y del Consejo del rey Juan II  Alonso, casó con la murciana doña María Dávalos, constituyéndose desde entonces como una de las más ilustres familias de la ciudad. La familia vivió al principio de su llegada en unos edificios cercanos a la Iglesia de San Andrés que se terminó de construir en el año 1376, situada en la parte izquierda de la actual calle de Miguel Fluiters,  iglesia que fue demolida a principios del siglo XX  para dar ensanche a la calle, aunque  según el historiador Cuadrado en 1885 se encontraba ya prácticamente en ruinas. 

 

 Este palacio, abandonado por sus propietarios, había pasado por diversas fases, como vivienda, carpintería, victima de un bombardeo en tiempos de guerra y luego deshabitado durante muchos años, llamaba la atención por su portada de estilo manierista con arco semicircular y columnas  y en las enjutas  dos caballeros con lanzas que parecen pelear y encima del balcón el escudo de armas de don Hernando Dávalos y Sotomayor, constructor de la misma. 

  Entre sus elementos de valor en el interior del palacio estaban el patio de forma rectangular, formado por dos pisos,  arquitrabado con dinteles y zapatas de madera y fustes de piedra natural, también la viguería de madera, cuatro artesonados de estilo mudéjar  muy deteriorados, en los que figuraban los escudos  de los linajes de los propietarios del mismo, Dávalos, Sotomayor, Zúñiga y Butrón.

  Aceptada la cesión por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes sacó a concurso la redacción del proyecto que fue adjudicado a los arquitectos Francisco F. Longoria Picazo y Dionisio Hernández Gil, actuando de coordinador con el ministerio el arquitecto Joaquín Bau Miquel y el aparejador Federico Muñoz Pagnas.

  Una vez acordado el destino del edificio por acuerdo entre el ayuntamiento y el ministerio como Biblioteca Publica Municipal, a principios del año 2000 dieron comienzo las obras de rehabilitación y adecuación del palacio para su actividad bibliotecaria, con una superficie construida de 5.825 m/2 entre la rehabilitación y la nueva planta, realizada en su mayor parte   sobre la vivienda anexa de la Plaza de Dávalos nº 10 , que también había adquirido el ayuntamiento por acuerdo de pleno de fecha 1 de octubre de 1998 en el precio de 20.322.650 pts (122.142 euros).

  En su rehabilitación se llevaron a cabo  destacadas actuaciones arquitectónicas, como  que el patio se cerrara  por una cubierta con lucernarios, transformando el espacio abierto en un recinto interior importante para el desarrollo de las actividades culturales. Se restauraron  elementos de gran valor artístico, entre ellos los cuatro artesonados policromados a los que ya hemos hecho referencia, con reconstrucción del resto del artesonado bajo la dirección del arquitecto Enrique Neure Matauco y obras de consolidación y mejora del edificio para el uso futuro que se le iba a dar.

  La obra estaba totalmente terminada a finales del año 2000, con un presupuesto total de 6.915.276,09 euros, una cantidad que el Ayuntamiento no hubiera podido afrontar, por eso fue cedida al Ministerio de Educación y Cultura  que fue quien la financió. Una vez que el ayuntamiento adquirió el palacio y el edificio anexo  en 721.023 euros entre ambos, posteriormente debido a que las competencias en biblioteca  corresponden a la Junta de Comunidades, fue cedida  a la misma, procediéndose a su inauguración el 15 de julio del año 2004, biblioteca que cuenta con cerca de 40.000 usuarios. 

  Hoy con la plaza en la que se ubica también arreglada, el palacio luce como un importante jalón de la historia de Guadalajara y como uno de los más bellos monumentos de la misma, con la importancia que tiene el servicio cultural que presta a nuestros ciudadanos.