El poeta Francisco García Marquina abre oficialmente las ferias de Guadalajara
01/10/2010 - 09:45
Por: M.J.ESTABLÉS.GUADALAJARA
Ni un alfiler entraba ayer en la plaza Mayor de Guadalajara a las ocho y media de la tarde. En esta ocasión, el poeta y periodista Francisco García Marquina fue la persona elegida en dar la bienvenida a la llegada de los festejos más importantes de la capital. Con un ritmo pausado y solemne, el escritor dio un pregón cargado de reflexión y recuerdo a los personajes ilustres de la ciudad. Después del pregón, el actor y humorista Berto Romero amenizó la velada con un espectáculo irreverente y muy divertido titulado La apoteosis necia.
Las ferias de 2008 de Guadalajara ya han llegado. Con la siempre gratificante presencia del periodista de SER Guadalajara, Juan Solo, el locutor daba paso ayer por la tarde al alcalde de la ciudad, Antonio Román, quien no dudó en presentar las importantes novedades que rodean a las fiestas patronales de la ciudad. La puesta en marcha del nuevo ferial como recinto que albergue las fiestas de septiembre, la apuesta por la amplia variedad de actos destinados a todo tipo de públicos, desde niños a mayores o la gran cantidad de conciertos gratuitos de grupos conocidos en el panorama musical nacional e internacional, seis de los nueve que hay en total, que se celebrarán durante la Semana Grande, fueron algunas de las pinceladas que protagonizaron su discurso.
Asimismo, el primer edil destacó la importancia de las jornadas venideras en las que borraremos la rutina, siendo la alegría, la fiesta y la convivencia la nota importante de las mismas, afirmó. Siguiendo esta línea, Román incidió en la identidad propia de las fiestas de la capital alcarreña, y la íntima unión entre ellas y la Virgen de la Antigua, Patrona de la ciudad de Gaudalajara.
Un pregonero de lujo
Con tono grave y pausado, el pregón que dio ayer por la tarde el periodista, escritor y biólogo Francisco García Marquina presagiaba la solemnidad y el rigor del discurso que iba a comenzar a ofrecer. Su carácter de erudito no iba a defraudar a los que más le conocen, puesto que la reflexión y el vasto conocimiento de la historia de Guadalajara tuvieron un importante hueco durante su alocución.
Destacando la labor de los anteriores pregoneros de la ciudad de Guadalajara, García Marquina se permitió la licencia humorística. Parto de una situación difícil para ofrecer mi discurso porque los anteriores pregoneros han dejado tan alto el listón como los chinos en las Olimpiadas.
Una de las principales cuestiones sobre las que giró el texto de García Marquina, esa fue sin duda, la reflexión sobre lo qué es o no una fiesta. ¿Es lo mismo una feria, un espectáculo, una juerge, una farsa y una fiesta?, preguntó el pregonero al público que estaba expectante por escuchar sus palabras. En este sentido, García Marquina destacó el carácter cíclico de las cosechas, que finalizan en el mes de septiembre, como unas de las primeras causas del nacimiento de las fiestas. Si Castilla es campo abierto, agricultura viva, es precismente la gratitud de haber recogido felizmente la cosecha lo que siempre ha puesto al pueblo en fiestas. Este carácter cíclico y repetitivo hace que la fiesta responda a una tradición y un rito por el que las cosas se hacen como vienen haciéndose siempre, como deben hacerse, como de toda la vida, y por eso siempre hay procesiones, toros, baile, vino, dulces, música, pólvora, y por supuesto, un pregón en la plaza Mayor.
Siguiendo esta línea, el escritortambién recalcó la importancia del concepto de reunión y la comunidad a la hora de poder hacer una fiesta. La fiesta no la hace el yo sino el nosotros, afirmó. En este sentido, el pregonero se hizo eco de otra cuestión, no menos vanal, que es la de la falta de la vergüenza y de los complejos. En la fiesta tomamos conciencia de que ni estamos solos ni somos tan diferentes. El farmacéutico que nos despacha píldoras vestido de blanco ahora lleva pañuelo al cuello y es compañero de tendido, la señorita de Hacienda resulta que no es una funcionaria espantable, sino una joven que se ríe con ganas y hasta el notario es un tipo que tira de la bota y canta jotas. Y esta visión humanizadora es el inicio de la reprocidad, de la solidaridad, del principio moral básico de ver y tratar al prójimo como a uno mismo. Se nos cae el pelo de lobo y ya no miramos al otro como enemigo, sino intuyendo que es como nosotros, tan buenazo, tan mal contador de chistes, tan indeciso, tan lleno de colesterol, tan canalla, tan ilusionado y tan hipotecado, subrayó el pregonero.
Otra de las facetas de la fiesta, es, según García Marquina, el deseo de vivir en buena compañía, en una comunidad en la que la gente se conoce, se acepta, hasta se quiere y en la que entre todos recordamos y custodiamos los valores fundamentales, esto es: la tradición, la memoria de la tribu, la llamada patria.
Tomar la calle
Para García Marquina, la fiesta no sería tal si no tomara la calle. Estar en fiesta es tomar la calle, habitar un espacio donde se funden lo privado con lo público, crear un lugar ancho, nuevo y cordial. Es el momento en que los habitantes se sienten ciudadanos, se sienten pueblo, pero no un pueblo abstracto sino este pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo, destacó el escritor.
Asimismo, el pregonero no dudó en calificar que la fiesta compensa con su exceso una vida cotidiana exigua, interminente y monótona. [...] Tenemos un problema de salud que es que estamos faltos de vida, estamos viviendo mucho menos de lo que podemos. Y eso es tan grave que puede convertirse en enfermedad terminal, pues quien vive tontamente, llegará a morirse también a lo tonto, sentenció.
Para finalizar su intenso discurso, García Marquina hizo referencia a grandes personajes que vivieron en la ciudad de Guadalajara, o simplemente pasaron una breve estancia en ella, y que dejaron su impronta para la Historia. Así, el pregonero destacó, entre otras, las figuras de Fray Alonso de la Veracruz, Juana de Mendoza, Pedro González de Mendoza, Felipe II, Isabel de Valois o Nuño Beltrán de Guzmán.
Humor al anochecer
Tras el discurso, tuvo lugar la actuación del humorista catalán Berto Romero, conocido por formar parte del elenco de profesionales del programa de televisión Buenafuente. Mientras el sol se ponía en la plaza Mayor, el público de la abarrotada plaza Mayor no paraba de reir una y otra vez, con los irreverentes y ácidos monólogos de este actor y de sus canciones cargadas de pura ironía.
Asimismo, el primer edil destacó la importancia de las jornadas venideras en las que borraremos la rutina, siendo la alegría, la fiesta y la convivencia la nota importante de las mismas, afirmó. Siguiendo esta línea, Román incidió en la identidad propia de las fiestas de la capital alcarreña, y la íntima unión entre ellas y la Virgen de la Antigua, Patrona de la ciudad de Gaudalajara.
Un pregonero de lujo
Con tono grave y pausado, el pregón que dio ayer por la tarde el periodista, escritor y biólogo Francisco García Marquina presagiaba la solemnidad y el rigor del discurso que iba a comenzar a ofrecer. Su carácter de erudito no iba a defraudar a los que más le conocen, puesto que la reflexión y el vasto conocimiento de la historia de Guadalajara tuvieron un importante hueco durante su alocución.
Destacando la labor de los anteriores pregoneros de la ciudad de Guadalajara, García Marquina se permitió la licencia humorística. Parto de una situación difícil para ofrecer mi discurso porque los anteriores pregoneros han dejado tan alto el listón como los chinos en las Olimpiadas.
Una de las principales cuestiones sobre las que giró el texto de García Marquina, esa fue sin duda, la reflexión sobre lo qué es o no una fiesta. ¿Es lo mismo una feria, un espectáculo, una juerge, una farsa y una fiesta?, preguntó el pregonero al público que estaba expectante por escuchar sus palabras. En este sentido, García Marquina destacó el carácter cíclico de las cosechas, que finalizan en el mes de septiembre, como unas de las primeras causas del nacimiento de las fiestas. Si Castilla es campo abierto, agricultura viva, es precismente la gratitud de haber recogido felizmente la cosecha lo que siempre ha puesto al pueblo en fiestas. Este carácter cíclico y repetitivo hace que la fiesta responda a una tradición y un rito por el que las cosas se hacen como vienen haciéndose siempre, como deben hacerse, como de toda la vida, y por eso siempre hay procesiones, toros, baile, vino, dulces, música, pólvora, y por supuesto, un pregón en la plaza Mayor.
Siguiendo esta línea, el escritortambién recalcó la importancia del concepto de reunión y la comunidad a la hora de poder hacer una fiesta. La fiesta no la hace el yo sino el nosotros, afirmó. En este sentido, el pregonero se hizo eco de otra cuestión, no menos vanal, que es la de la falta de la vergüenza y de los complejos. En la fiesta tomamos conciencia de que ni estamos solos ni somos tan diferentes. El farmacéutico que nos despacha píldoras vestido de blanco ahora lleva pañuelo al cuello y es compañero de tendido, la señorita de Hacienda resulta que no es una funcionaria espantable, sino una joven que se ríe con ganas y hasta el notario es un tipo que tira de la bota y canta jotas. Y esta visión humanizadora es el inicio de la reprocidad, de la solidaridad, del principio moral básico de ver y tratar al prójimo como a uno mismo. Se nos cae el pelo de lobo y ya no miramos al otro como enemigo, sino intuyendo que es como nosotros, tan buenazo, tan mal contador de chistes, tan indeciso, tan lleno de colesterol, tan canalla, tan ilusionado y tan hipotecado, subrayó el pregonero.
Otra de las facetas de la fiesta, es, según García Marquina, el deseo de vivir en buena compañía, en una comunidad en la que la gente se conoce, se acepta, hasta se quiere y en la que entre todos recordamos y custodiamos los valores fundamentales, esto es: la tradición, la memoria de la tribu, la llamada patria.
Tomar la calle
Para García Marquina, la fiesta no sería tal si no tomara la calle. Estar en fiesta es tomar la calle, habitar un espacio donde se funden lo privado con lo público, crear un lugar ancho, nuevo y cordial. Es el momento en que los habitantes se sienten ciudadanos, se sienten pueblo, pero no un pueblo abstracto sino este pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo, destacó el escritor.
Asimismo, el pregonero no dudó en calificar que la fiesta compensa con su exceso una vida cotidiana exigua, interminente y monótona. [...] Tenemos un problema de salud que es que estamos faltos de vida, estamos viviendo mucho menos de lo que podemos. Y eso es tan grave que puede convertirse en enfermedad terminal, pues quien vive tontamente, llegará a morirse también a lo tonto, sentenció.
Para finalizar su intenso discurso, García Marquina hizo referencia a grandes personajes que vivieron en la ciudad de Guadalajara, o simplemente pasaron una breve estancia en ella, y que dejaron su impronta para la Historia. Así, el pregonero destacó, entre otras, las figuras de Fray Alonso de la Veracruz, Juana de Mendoza, Pedro González de Mendoza, Felipe II, Isabel de Valois o Nuño Beltrán de Guzmán.
Humor al anochecer
Tras el discurso, tuvo lugar la actuación del humorista catalán Berto Romero, conocido por formar parte del elenco de profesionales del programa de televisión Buenafuente. Mientras el sol se ponía en la plaza Mayor, el público de la abarrotada plaza Mayor no paraba de reir una y otra vez, con los irreverentes y ácidos monólogos de este actor y de sus canciones cargadas de pura ironía.