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El primer museo provincial de España: el Museo de Guadalajara
El 18 de mayo se celebra el Día Internacional de los Museos, esos templos contenedores de medicina para el alma oculta en forma de obras de arte.
Fueron los griegos los que dieron nombre con su palabra mouseion a la “Casa de las Musas”. Eran recintos sagrados, y aún hoy lo siguen siendo, pues atesoran nuestro patrimonio, lo que nos hace ser humanos, la prueba de nuestra cultura, historia y memoria (no en vano las Musas son las hijas de la diosa Mnemosine, la Memoria).
Existe un tipo de museo, el provincial, que nació con el objetivo de proteger los objetos de arte que habían pasado a convertirse en propiedad del Estado tras la desamortización de Mendizábal, producida en España en 1836 para saldar deuda pública despojando al clero de la mayoría de sus bienes.
Se promulgaron diferentes medidas legales para proteger y preservar ese patrimonio monumental, entre las que destacan la creación de las Comisiones Provinciales de Monumentos y los Museos Provinciales, convertidos en los guardianes del patrimonio artístico español.
El primer museo provincial que se creó fue el de Guadalajara. En 1837 se constituyó en nuestra ciudad la Comisión Provincial Científica y Artística, y se procedió a la designación de los locales para depositar en ellos los tesoros de arte, ciencia y literatura que se hallaban en los conventos suprimidos de la provincia. El convento de la Piedad (hoy Instituto Liceo Caracense), también desamortizado, fue elegido como almacén de estos tesoros, inaugurándose el Museo Provincial de Guadalajara el 19 de noviembre de 1838.
La primera sede del Museo Provincial fue el Convento de la Piedad. Grabado de la Ilustración Española y Americana. 22-02-1877.
Según las crónicas fueron inventariados más de doce mil volúmenes de libros de los conventos suprimidos, y unos novecientos cuadros, aunque sólo ingresaron unos cinco mil de los primeros, y ochocientos de los segundos, perdiéndose el resto.
Años después, en 1862, la Diputación de Guadalajara decidió utilizar algunas de las dependencias del convento. Debido a ello se tuvieron que retirar los cuadros allí expuestos, y, careciendo la Comisión Provincial de Monumentos de otro local, tuvo que almacenarlos en uno de los salones que por entonces quedó sin ocupar.
Tras quedar el museo reducido a “almacén de cuadros”, se consiguió depositar varios de ellos en el Obispado de Sigüenza, otros en el Instituto de Segunda Enseñanza, y otros en la Casa de Expósitos de la ciudad, en cuyo edificio, y tras el incendio acaecido el año siguiente, se perdieron varios de estos objetos.
Por suerte, en 1873 el gobernador civil manifestó que “el Excelentísimo Señor Duque de Osuna y del Infantado había cedido gratuitamente un local contiguo a su palacio del Infantado” para ubicar el museo. Pero duró poco, pues el duque reclamó las salas que había cedido aduciendo que las necesitaba. Finalmente se llegó a un acuerdo y las obras de arte permanecieron allí a cambio de un arrendamiento. Cuando el duque realizó la venta-donación al Ministerio de Guerra para que se instalara en el palacio del Infantado el Colegio de Huérfanos de Guerra, se produjo la salida definitiva de las obras custodiadas en él.
Se llevaron las obras a otro convento, el de la Concepción, donde fueron almacenadas de malas maneras en las buhardillas y cámaras. Cuando se terminaron las obras de construcción del palacio de la Diputación, el convento de la Piedad quedó libre de nuevo, y el museo volvió allí, pero ni las obras se expusieron, ni el museo abrió al público por las malas condiciones del edificio.
El actual Museo de Guadalajara en el Palacio del Infantado.
Finalmente, y tras años de abandono, en 1973 se trasladaron las obras que quedaban al palacio del Infantado, recientemente restaurado, inaugurándose el 11 de julio de ese mismo año. Desde entonces, el fin del Museo de Guadalajara es el de “conservar y exhibir adecuadamente las obras de arte, piezas arqueológicas y cuantos objetos histórico-artísticos y etnológicos sirvan para poner de relieve la importancia artística, arqueológica y etnológica de la provincia”, tal y como reza su decreto de creación.
Comenzaba así una nueva etapa para el museo, la cual ha llegado hasta la actualidad llena de cambios, mejoras y una evolución muy favorable en cuanto a su relación con el visitante y el cuidado y conservación de sus obras. Valoremos y cuidemos nuestro patrimonio, ese que nos recuerda quienes somos, y el que contará a generaciones venideras quiénes fuimos.