El pueblo de Valdenuño saca adelante la Fiesta del Niño Perdido sin el apoyo de su párroco

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: DIANA PIZARRO
FIESTA SANTO NIÑO PERDIDO
Los feligreses esperaron hasta más de media hora en una abarrotada iglesia a que empezara la misa
La Fiesta del Santo Niño Perdido congregó, un año más, a centenares de fieles en la iglesia de Valdenuño Fernández. Pero este año, la devoción de los vecinos con la imagen de Jesús Niño se dejó notar aún más ante el tira y afloja entre el párroco del municipio, Francisco Javier García Gárgoles, y la botarga. Como cada año, la intención de los jóvenes danzantes y el botarga era celebrar la misa a las 13.15 horas, mientras que la eucaristía dominical se celebra normalmente hacia las 11.00. La idea es potenciar esta fiesta declarada de Interés Turístico Provincial, animando a la participación del mayor número posible de vecinos. No obstante, el párroco ya había anunciado que no oficiaría la misa hasta las 14.00 horas.
A pesar de la reiteración del cura, los vecinos acudieron, como en años anteriores, a las 13.15 horas a la iglesia, realizándose con total normalidad los trámites previos a la misa. Es decir, los danzantes exigieron a todo el que pretendía pasar al interior del templo un donativo que iban recogiendo en la colorida gorra del botarga, y más de uno no se libraba de una reprimenda con la cachiporra. Así, decenas de vecinos se fueron sentando en los bancos de la iglesia, que rápidamente fueron ocupados, quedándose numerosas personas de pie. La iglesia, a rebosar, permaneció a la espera de la llegada del párroco durante cerca de una hora, aumentando la expectativa sobre si finalmente se produciría tal llegada. Las elucubraciones de los presentes pasaban de un corrillo a otro, donde a más de uno se le torcía el gesto al ver cómo una tradición con origen en el siglo XVIII podía quedar interrumpida a causa de un enfrentamiento con el párroco. Las razones esgrimidas por algunos de los vecinos no dejaban lugar a dudas. “Este párroco no es partidario de la fiesta del Santo Niño Perdido. Digamos que no la encuentra propia para la Iglesia, por el ambiente festivo y el descaro propio del botarga”. Esa actitud de oposición a esta festividad hizo que en los últimos años la Diócesis aprobase que la misa fuera oficiada por otros párrocos, algo que este año no se ha permitido. “Es algo complicado, ya que cualquier cura podría venir y celebrar la misa a su hora, pero sería como meterse en el terreno de otro. Además, supongo que la Diócesis habrá encargado a nuestro cura que se haga finalmente cargo de su parroquia”, explicaba uno de los vecinos, visiblemente afectado por la situación. Y es que ése era el sentimiento que se podía observar en muchas de las personas que abarrotaban la iglesia, pero principalmente en los diez miembros de la botarga. Algunos de los presentes seguían sin entender el enfrentamiento, “tratándose de un sacerdote joven, que no es ningún descerebrado, como constata cada domingo en misa con sabias palabras”. “El anterior párroco, uno de Viñuelas, dejaba a la botarga hacer de todo en la iglesia, y eso que se trataba de un señor muy mayor”.
A las 14.00 horas, como ya había anunciado, Francisco Javier García Gárgoles hizo su aparición en el templo acompañado del párroco de El Casar. El silencio acompañó la entrada de los sacerdotes, que se dirigieron a la sacristía para preparar el oficio religioso. En ese momento, los ocho danzantes, el tamborilero y el botarga se dirigieron al altar y éste último pidió perdón en nombre de todo el grupo “por la espera de más de media hora, ya que el párroco no creía conveniente adelantar la hora ni estar en la procesión de por la tarde”. Con un tono serio y nada festivo, el botarga agradeció al pueblo su “apoyo” en la celebración. “Esta fiesta tiene que continuar por encima de todo”. Esta frase fue seguida por un gran aplauso de todos los vecinos presentes en la iglesia, consiguiendo caldear el ambiente y haciendo de esta manera frente a las gélidas temperaturas que se registraban tanto en el exterior como en el interior del templo.
Una vez que el párroco, acompañado por su homólogo de El Casar, tomaron su lugar en el altar, algunos vecinos optaron por marcharse, no obstante, la mayoría permaneció en su lugar para seguir la eucaristía. Cuando el sacerdote tomó en una de las ocasiones la palabra, hizo referencia a la fiesta, aunque no en los términos que esperaban los fieles. “Esta tradición es también un reclamo para todos los presentes para alentar la búsqueda del Señor, su palabra, sus acciones, e intentar llevarlas a nuestra vida”. Para finalizar, y con un gesto que algunos interpretaron de reconciliación, el párroco recordó que “ser cristiano no es sólo cosa de un día, sino de toda la vida”.

La botarga, en acción
La aparente calma presente en la eucaristía fue rota por la entrada en acción del botarga, que durante el rezo del Padrenuestro, y como manda la tradición, ofició su recorrido por la iglesia, después de que al inicio de la eucaristía tuviese lugar la primera actuación, y más esperada por todos los presentes. Después, el botarga recorrió la iglesia tocando con la cachiporra a todos los que se cruzaba por medio. Asimismo, también subió al coro, donde numerosos niños le esperaban impacientes. Posteriormente, los danzantes se encargaron de pasar el cepillo por toda la iglesia, para ser posteriormente lanzados al suelo por el botarga, momento en el que los danzantes se apresuraron a recoger las monedas con la ayuda de los fieles. Entonces fue cuando el párroco llamó al botarga para que procediese a realizar una nueva danza delante del Santo Niño Perdido. Durante esos instantes, otro danzante recorrió los bancos con la imagen de la Virgen de la Paz para que fuera besada por todos los presentes que lo deseasen.
Al finalizar la eucaristía, y tras la marcha de los dos párrocos, los danzantes procedieron a la realización del paloteo, una danza con tal intensidad que no era difícil ver astillas volar por los aires. La danza, símbolo de confrontación entre el bien y el mal, fue guiada por la majestuosidad del tamborilero y la pintoresca danza del botarga, lográndose un gran impacto visual que sobrecogía en determinadas ocasiones por el fuerte choque de los palos, reivindicando una tradición que únicamente se perdió durante algunos años de la dictadura. El broche final lo puso un largo aplauso que sin duda recompuso el ánimo de la botarga. Ya por la tarde, y como manda la tradición, los danzantes participaron en la procesión del Santo Niño y en la tradicional guerra de naranjas. Una polémica cerrada que, no obstante, muchos creían ayer que se repetiría el próximo año.