El románico de Molina y su Señorío, del castillo a las iglesias rurales

22/10/2018 - 18:36 Redacción

Algo más de una hora de camino en coche separa a la capital de esta preciosa villa del este de la provincia, viajando por las carreteras CM-101 y CM-1001. Una propuesta inigualable para un día de turismo.

Salir de Guadalajara por la A2 dirección Zaragoza, hasta el desvío de Alcolea del Pinar, para luego seguir por la N-211. Una hora y media de viaje desde la capital para llegar a Molina de Aragón, esa magnífica villa con personalidad propia que ha marcado el carácter de quienes viven en ella. 

Molina es casi un museo al aire libre, con decenas de edificios, rincones y elementos que hacen que miles de personas decidan pasar unos días haciendo turismo por sus calles. De entre todo ellos, sin duda destaca su espectacular castillo románico, una de las pocas fortificaciones españolas en buen estado perteneciente a este periodo artístico (s. XII y XIII). Su “cinto”, sus torres y la torre del Aragón son el emblema de toda una comarca, muestra de la importancia que tuvieron estas tierras en las que gobernara Ibn Galbún, Abengalbón en el Cantar del Mío Cid, amigo y anfitrión de Rodrigo de Vivar Díaz. Hoy en día, pasear por su alcazaba es sentir el peso de la historia.

Justo en frente, siguiendo con el románico –en este caso, tardío– de la capital molinesa, se encuentra la iglesia de Santa Clara (s. XIII), con la clásica sillería de piedra arenisca rojiza. Con un estilo claramente cisterciense, sus altos muros dan muestra de la importancia que tuvo en el pasado. Su gran portada principal es reconocida como una de las más bellas de la provincia. 

Pero Molina es mucho más que su capital. Es también su Señorío, con más ejemplos de la impronta que el románico dejó en sus pueblos. Como en Hinojosa, con su ermita de Santa Catalina. Puro románico rural, con su galería porticada, su ábside semicircular y su bonita portada, enmarcada en un entorno natural de postal. 

También en la cercana Tartanedo, en su iglesia de San Bartalomé. Restaurada en siglos posteriores, sigue manteniendo el pasado medieval de su portada, protegida por un pórtico cerrado. O en Labros, siguiendo la carretera GU-426, en cuya parroquia de Santiago todavía se pueden advertir resto románicos en su puerta del costado sur. Al igual que en Rueda de la Sierra, más cercana a Molina en la misma ruta, con la fantástica portada de su iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. Románico rural en todo su esplendor.

 

Caza, setas y trufas

El turismo cinegético es muy importante en la Comarca Molinesa. De ello se aprovecha su gastronomía, con el corzo o el jabalí ganando enteros entre sus platos. Tierra de setas y hongos, las trufas son igualmente imprescindibles para hablar de su tradición en los fogones. Y no hay que olvidar las fantásticas truchas que se pueden pescar en el Alto Tajo. Del río a la mesa.