El valor de lo indie: Silksong


El mundo moderno y las relaciones actuales se basan en un establishment determinado donde no suele haber espacio para las sorpresas y cuando ocurren, en el fondo, suelen ser deliciosas o memorables.

No me gusta el fútbol (cualquiera lo diría) pero la historia detrás del Leicester campeón de la Premier League de 2016 es historia de deporte y algunos presumimos todavía de haber estado en la Tyce en 2014 viendo a Crystal Fighters cuando no los conocían ni en su casa. Las historias de David frente a Goliat venden y la rebeldía termina siendo parte de la cultura. Lo underground se convierte en mainstream. Estoy totalmente seguro de que el Kurt Cobain nunca deseó el éxito de Nirvana ni que tampoco Ernesto Che Guevara querría que su efigie estuviera decorando como posters las habitaciones de púberes zurdos. El éxito fuera de cualquier industria siempre es algo que merece la pena ser contado y como poner la televisión parece un capítulo de South Park, a veces es necesario desahogarse con alguna banalidad como puede ser un entretenimiento o un videojuego. Esta es la pequeña historia del Team Cherry.

Normalmente un estudio de programación de juegos para PC lo compone una pléyade de ingenieros e informáticos que están presionados por los plazos que le marca el sector. Hay que sacar un FIFA o un 2K cada año porque si no, las grandes corporaciones no tienen su pedazo de tarta, pero estos locos australianos son solo tres personas y sacaron en 2017 un juego de estilo metroidvania (plataformas) denominado Hollow Knight que tuvo un gran éxito. En contra de la costumbre, han tardado más de 8 años en sacar la secuela del mismo y tan solo hace tres semanas ha salido Silksong. Un fenómeno cultural para todas las edades que simplemente ha hecho los principios básicos de cualquier producto que quiera aspirar a la excelencia: escuchar a su comunidad recogiendo las pretensiones de sus clientes, una calidad excelsa que satisface a los usuarios y un precio muy asequible en comparación con la competencia. Cuando ahora cualquier título supera los 80€ (Mario Kart World o Donkey Kong Bananza para la Switch 2), es digno de admiración que este juego independiente se pueda adquirir por poco más de 19€ en Steam. ¿Resultado de esta apuesta? Que un estudio de la otra punta del mundo con tres responsables han vendido ya  más de 5 millones de unidades generando millones de euros de beneficio a sus creadores. El éxito de lo independiente. Aunque en el fondo, da gusto poder disfrutar de cualquier plato cocinado a fuego lento. De forma totalmente contraria, pero con el mismo espíritu, está el Grand Theft Auto 6, de próxima publicación en 2026 y que tiene toda la pinta de paralizar el planeta ya que, incluso el Gobierno de Estados Unidos ha previsto un absentismo laboral significativo con su lanzamiento. La ópera prima de Rockstar, también nacida como indie, lleva generados miles de millones de dólares de beneficios y es ya parte del sistema. 

Estos juegos modernos, aún destinados para la habilidad digital de los niños, esconden muchos secretos y lecciones sobre economía. La protagonista de Silksong, la araña Hornet, debe explorar las tierras de Telalejana y ascender por un vasto mapa lleno de paisajes y peligros. Llama la atención como el coste de comprar elementos dentro del juego se encarece según aumenta la altura, de la misma forma que aumenta el coste de la comida cuando un montañista quiere ascender el Everest. Échale las culpas a la economía de Nepal. Y también, el juego deja referencias a clásicos del siglo XX al encontrarse con una figura arácnida en forma de caballo (Loam) que es un clara referencia a Campeón (Boxer) en la novela de Orwell, Rebelión en la Granja. Este bicho, no deja de correr en una cinta, y si le ayudamos, el juego nos obsequiará con una única moneda. Crítica mordaz a nuestro sistema capitalista y una llamada a la reflexión. La economía imbuye todo y cualquier juego es una oportunidad para aprender y de entender que nuestra ciencia es la explicación de la necesidad y la falta de recursos. El que suscribe, a punto de terminar el acto dos y habiendo sufrido como un perro en Aguas Biliares o en el Monte Fay, sonríe al pensar que no todo está perdido en esta fe ciega que es la economía. “Git Gud”.