El Vaticano se olvida de un cisma

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

CARTAS AL DIRECTOR
El Papa acaba de anular la excomunión a cuatro obispos integristas que Juan Pablo II había echado fuera de la Iglesia. La diplomacia romana está hecha de pequeños gestos más que de grandes declaraciones y son estos gestos los que conviene analizar para saber en qué dirección sopla hoy el viento que empuja a la importante nave del catolicismo mundial.
Aceptando las condiciones impuestas por los ultraderechistas seguidores de monseñor Lefebvre, algunos opinan que Benedicto XVI recupera como pontífice el talante inequívocamente conservador que en otros tiempos tuvo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, dirigida por esos cuatro obispos y en la que están incardinados 480 sacerdotes y unos 150.000 fieles, se opone a las enseñanzas del último concilio, rechaza la libertad religiosa y la apertura de la Iglesia a la sociedad, niega el ecumenismo, maldice la homosexualidad y cree que la jerarquía eclesiástica se encuentra alejada de la pureza doctrinal. Al parecer, sólo ellos conservan esencias cristianas que ahora tratarán de imponer en el redil al que se les llama de nuevo. No han dado muestras de arrepentimiento y han ido consiguiendo de Benedicto XVI cuanto han pedido. En julio de 2007, se aceptó su reivindicación de que la misa pudiera celebrarse en latín según el viejo rito tridentino y, robustecidos por la complacencia con la que Roma atiende sus posturas radicales, han solicitado un estatuto jurídico semejante a la prelatura que disfruta el Opus Dei, con el fin de formar una corriente estructurada y depender exclusivamente del Papa. ¿No es transigir demasiado con curas y obispos cuyo odio a los “herejes” les lleva a negar el holocausto por boca de monseñor Williamson, afirmando que, si hubo muertos en los campos de concentración nazis, a los judíos nunca se les asesinó en cámaras de gas?
Los que albergaron esperanzas de que la curia vaticana se actualizara abriéndose a las inquietudes espirituales de los hombres de hoy y a la búsqueda de una verdad de la que todos somos responsables, van a entender mal este guiño amistoso a cismáticos que representan el más cerril inmovilismo. Los templos vacíos no es fácil que vuelvan a llenarse abriéndolos a gentes reaccionarias que caminan en sentido inverso al de la historia; a gentes que están contra la modernidad y los derechos del hombre, contra el liberalismo, el laicismo, la separación del Estado y de la Iglesia, la libertad de cultos o el uso de las lenguas vernáculas en la liturgia; a quienes niegan la evolución de las especies y los avances de la ciencia. Son personas cavernarias que aborrecen, porque sí, los métodos anticonceptivos, las técnicas de fertilización artificial, el nudismo, el divorcio, la independencia laboral de la mujer o la investigación genética. ¿No es añadir lastre a una institución sobrada de anclajes y necesitada de romper amarras ante horizontes preñados de otros fanatismos que el propio Benedicto XVI ha denunciado y que pueden hacernos perecer a todos?