Emotivo homenaje del mundo del toro al doctor Ochoa
26/06/2015 - 10:51
Calado con un sombrero de ala ancha se hizo presente el cirujano Ramón Ochoa en el día de su homenaje junto a la guardia de su compañera, Alicia, y su cuadrilla de amigos, entre los que se encontraba el carismático Simón Mijares El Duende. En su hoja de servicio han quedado atrás los más de treinta años como guardián de toreros, novilleros, becerristas y corredores de encierros. Una vida contada por las cornadas restañadas por su bisturí y la mejor prueba es la admiración sin grietas cauterizada en la sangre derramada.
El trato afectuoso con los toreros ha dado paso a una amistad, cuyo ejemplo más constatable es el de los matadores Iván Fandiño y Raúl Velasco. Curtidos ambos en la dura guerra de las capeas, Fandiño y Velasco encarnaron el domingo el agradecimiento al doctor Ochoa y bajo el sello del respeto fueron artífices de un homenaje al que se sumaron los alumnos de la Escuela Taurina de Guadalajara y un buen puñado de aficionados.
Todos quisieron agasajar a Ramón y devolverle el cariño que él siempre profesó. Precisamente, ahora, que el viento no sopla a favor y el médico capea la vida con actitud de torero. Por la amistad, por tu profesionalidad, por estar siempre ahí cuando lo necesité, fueron las palabras del brindis de Fandiño, al que después se sumarían las ofrendas de Raúl Velasco con un por el cariño que nos has dado siempre a los toreros y, posteriormente, los de Álvaro Sánchez y Alejandro Adame.
Más allá de las circunstancias, queda en deuda la celebración de un festival en la plaza de Guadalajara, como en su momento se hizo para su inseparable Felipe Jiménez El Botas y también, a posteriori, para su colega de profesión, el doctor Álvaro Hernando en 2005.
Festival taurino
La mañana nos regaló un festival con la lidia de cuatro astados y otras tantas faenas, que sonaron con distinta banda sonora en el compañamiento. Con las notas del Concierto de Aranjuez de fondo, Fandiño se las vio frente a un manso ejemplar de Polo Saiz al que hubo de empapar en las telas a la salida de cada muletazo. Hubo gusto en ambas manos y el colofón llegó con una serie de cinco derechazos convertidos en uno.
El cinqueño de Caridad Cobaleda que hizo segundo resultó deslucido y pareció presentar síntomas de descoordinación.
De uno en uno expremió los muletazos Raúl Velasco, que hubo de cuidarlo en labor tesonera y voluntariosa. Con el sardo tercero de Martelilla llegó el turno de los pupilos de la Escuela Taurina y Álvaro Sánchez mostró una solvencia y resolución fuera de toda duda, tanto en la faena como en el quite al alimón que protagonizó con Víctor Hernández. Cerró el festejo el mejicano Alejandro Adame, que pudo dejar su impronta con un becerro de justa fuerza.