En el castillo de Zafra
La historia del castillo de Zafra es densa y prolija en acontecimientos guerreros. Parece ser que ya estaba levantado cuando el dominio árabe de la comarca.
En el término municipal de Campillo de Dueñas, sobre la vertiente meridional de la sierra de Caldereros, se encuentra el castillo de Zafra, uno de los más representativos del Señorío Molinés, que bien merece un paseo. La mejor forma de llegar a él es desde el cercano pueblo de Hombrados, por caminos que atraviesan verdeantes praderas; pero también desde Campillo puede llegarse a la fortaleza preguntando en el pueblo. En una sinclinal de roja peña tobiza se levanta con sus muros alzados a pico, elevados y recortados sobre los bordes de la inmensa roca. Un amplio recinto interno, con aljibe y dos patios, se rodea de la alta muralla almenada, reforzada en sus esquinas y comedio de muros por torres fuertes. En su extremo nordeste se yergue la torre del homenaje, de dos plantas y curiosos detalles, como puerta gótica de arco apuntado, escalera de caracol y terraza almenada.
La historia del castillo de Zafra es densa y prolija en acontecimientos guerreros. Parece ser que ya estaba levantado cuando el dominio árabe de la comarca. Figuró en los términos que dio Alfonso I de Aragón al común de Daroca. Pero desde la creación del Señorío y Comunidad de Molina perteneció a este territorio, siendo considerado hasta el siglo XIII, como el lugar más fuerte y seguro del mismo. Ello lo confirma el hecho de que cuando en 1222, el rey de Castilla, Fernando III, atacó Molina y amenazó a su tercer Conde, don Gonzalo Pérez de Lara, éste se refugió con su corte en el castillo de Zafra. Allí aguantó el asedio del godo y todo acabó algunos meses después con la Concordia de Zafra. De este modo León-Castilla se inmiscuía muy señaladamente en la dirección del territorio molinés.
Siguió siendo Zafra durante siglos un fuerte castillo, muy cuidado por los sores molineses y reyes castellanos. que allí destacaron alcaide de probada fidelidad durante generaciones, pertenecientes a la familia de los Malo de Hombrados. Ya en el siglo XVI se encontraba en el estado de llamativa ruina, y hoy ha renacido totalmente, recobrando su antigua grandiosidad, gracias al esfuerzo que don Antonio Sanz Polo, que en paz descanse, realizó para ponerlo en pie.