En la Colegiata de Pastrana

02/12/2019 - 18:36 José Serrano Belinchón

Me he detenido a contemplar la riqueza gráfica, sintetizada en treinta fotografías de S. Ranera, tomadas en el interior de aquel grandioso templo.

He vuelto a abrir hoy, después de mucho tiempo, uno de mis libros escrito y publicado allá por la década de los años ochenta. Por su grosor y su tamaño debería llamarle librito, pues no tiene más de sesenta páginas, de las cuales, casi la mitad corresponden a fotografías en color con una calidad excelente. Su título es “Pastrana, colegiata y museo”. Lo escribí a ruego y encargo de don Licinio García Yagüe, cura de aquella iglesia, pensando en los muchos centenares de turistas que al cabo del año pasan por allí. Las fotografías son del archivo parroquial (S.Ranera), y la edición fue de mil ejemplares o tal vez más. Trabajo que el párroco me compensó con una docena de ejemplares, que fue lo que le pedí, y de los cuales sólo me queda uno. Me consta haberlo visto, hace algunos meses, en el expositor de la Colegiata. Es de las mías una obra menor, pero por su contenido y calidad es una de mis preferidas. Trabajo de reconocimiento, de afecto y gratitud, a la Villa de los Duques, en la que ejercí mi profesión docente durante cuatro y en la que nacieron dos de mis hijos.

   Me he detenido a contemplar la riqueza gráfica, sintetizada en treinta fotografías de S. Ranera, tomadas en el interior de aquel grandioso templo. Atención especial, al margen de lo que en el libro es puro testimonio personal de sus primeros duques, quienes para bien o para mal merecieron pasar a la Historia de aquel siglo: la Princesa de Éboli y su esposo, el portugués Ruy Gómez de Silva, cuyos restos mortales reposan en una cripta subterránea, recogida y silenciosa, en todo tiempo a la misma temperatura dentro de la iglesia, que aconsejo conocer a cuantos de mis lectores todavía no lo hayan hecho. Historia viva, presencia casi personal con el pasado glorioso de uno de los lugares de la provincia de Guadalajara en donde se detuvo la Historia, un tanto novelesca, y que hoy, a más de cuatro siglos de distancia en el tiempo, son páginas de un libro abierto que conviene hojear, aunque sólo sea de tarde en tarde.

            No solemos dar importancia, por lo general, al pasado que quedó escrito en páginas cercanas a nuestra puerta de casa. Pastrana, y muchos más lugares, tan cercanos como desconocidos para muchos, reclaman nuestra presencia. No se estima lo que no se ve. No es un reproche, lector amigo, solo es un consejo, un buen consejo.