En puertas de la Semana Grande

18/12/2022 - 11:26 José Serrano Belinchón

Han pasado muchos siglos, la alegría de la Navidad, real y siempre significada entre las familias cristianas, se ha trocado en muchos de los países del primer mundo.

Si el nacimiento de Cristo supuso para la especie humana el acontecimiento más  trascendental de toda la Historia, como así lo entendemos los cristianos, nadie nos puede negar que nos encontramos en vísperas del aniversario más importante que la Humanidad puede celebrar a lo largo del año. Pueblos y ciudades de los cinco continentes lo manifiestan durante estas fechas con luces y adornos, con felicitaciones y cánticos cargados de bellos deseos. Es el misterio de la Navidad que, por unos días cambia la faz de la tierra en un importante listado de países de tradición cristiana.

La palabra Navidad tiene su origen en el “nativitas” latino, que significa nacimiento. La Sagrada Escritura no nos ha dejado noticia exacta  acerca de la fecha en la que nació Jesús; tampoco el contar del tiempo era idéntico a como lo es ahora, acaso nos lleva a pensar en un momento climatológico diferente  al que tenemos hoy. “Había en la región unos pastores que pernoctaban al raso”, nos dice San Lucas. Estas fechas en Palestina, país mediterráneo como lo es el nuestro, suelen ser especialmente frías, no aptas como para dormir a la intemperie ni el interior de una cueva. Fue en el siglo III cuando Sixto Julio Africano fijó en el 25 de diciembre el aniversario de la primera Navidad. Tendría sus razones.  En el año 325 la Iglesia de Alejandría ya había aceptado esa fecha, y poco después lo hizo la Iglesia Católica, algunos protestantes, la Iglesia Ortodoxa Romana, en tanto que otras confesiones ortodoxas la situaron en el 7 de enero. La tradición cristiana europea, y por añadidura las de otros muchos países bajo su influjo histórico y cultural, conmemoran el Dies Natalis de Cristo el 25 de diciembre. El contento con tal motivo se ha generalizado a lo largo de los siglos en una buena parte de la Tierra.

         Han pasado muchos siglos, la alegría de la Navidad, real y siempre significada entre las familias cristianas, se ha trocado en muchos de los países del primer mundo, en un derroche consumista desproporcionado. Cristo no tuvo siquiera una casa donde nacer. Es otro, pues, el auténtico rostro de la Navidad, el de la alegría propia del hecho histórico. Felices fiestas a todos.