Estado de ignición

23/08/2025 - 19:34 Jesús de Andrés

Cuesta trabajo contemplar las imágenes del fuego arrasando bosques, quemando casas, acabando con la vida de personas y animales. Provoca rabia y pesadumbre imaginar lo que costará que los montes quemados se recuperen, que vuelvan a ser ocupados por la fauna que los habitaba, que las fincas y casas vuelvan a su ser. Genera un dolor infinito saber que los fallecidos, dos jóvenes voluntarios, un bombero y un empleado de una escuela de equitación, no regresarán jamás. Y produce indignación, aunque poca sorpresa, ver que una vez más se utilizan los incendios forestales, como ocurre con el resto de catástrofes, para el enfrentamiento partidista. Da igual que sea una epidemia, un accidente, una dana o, como en este caso, el fuego: todo vale para desprestigiar al contrario, para achacárselo al otro. Si están de vacaciones, porque están de vacaciones; si regresan antes o después, porque regresan antes o después; si hacen acto de presencia o no, porque hacen acto de presencia o no lo hacen.
    Es la mentalidad sectaria que nos domina. La que está presente en los políticos y en los partidos, pero también buena parte de los periodistas y medios de comunicación. Lo importante no son las víctimas ni la solución del problema, ni actuar para prevenir en el futuro, lo importante es cargar la responsabilidad al adversario, no reconocer error alguno y mantener así las filas prietas de los más ideologizados, de los más fanáticos, de aquellos que ven la paja en todos los ojos que no sean de su color. Lo importante para ellos, en este tema y en el resto, es remarcar al máximo las diferencias, alejarse tanto como sea posible del rival, del que piensa distinto, marcando unas distancias tan enormes que hagan imposible regresar a un punto medio donde el encuentro no sea una quimera. La “otredad” está en la base de las ideologías excluyentes, que poco a poco son prácticamente todas. Ya saben, al enemigo ni agua. Esa construcción mental -pálpense la ropa- se encuentra en la raíz de todos los nacionalismos, donde lo importante es definir una comunidad en torno a unos rasgos (raza, lengua, religión…) que se contraponen frente a quienes no los poseen.
    En la disputa partidista a la que asistimos, poco importa que ardamos todos en la pira de la intransigencia, en la hoguera del fanatismo. Esto no va de bomberos forestales ni de medios aéreos ni de recursos autonómicos o estatales. Aquí lo importante es vencer al contrario en el próximo enfrentamiento electoral, sin importar el daño ni la devastación causada. Quizá algún día nos arrepintamos al contemplar un país calcinado, irrecuperable, generado por este estado de ignición permanente. Malditos fuegos.