Eutanasia

16/02/2019 - 13:57 Luis Monje Ciruelo

Para legislar sobre la muerte hay que tener verdadera conciencia de lo que es ésta.

Un amigo, al que hace años no veía, vino a verme las pasadas Navidades, y no sé si porque dentro de unas semanas voy a cumplir 95 años, o porque sus padres han muerto recientemente, en cuanto pudimos conversar reposadamente salió a relucir el tema de la vida y la muerte, al que mi amigo ha dedicado muchos ratos de reflexión por su afición a meditar sobre cuestiones trascendentales. La verdad es que cuando los políticos progresistas se plantearon la legalización de la eutanasia, a mí me dio cierto repelús porque no me gustaba. Y resulta que a mi amigo tampoco. Así que  se explayó conmigo y me expuso claramente lo que pensaba. Fruto de esas conversaciones es esta Brújula, en la que quizá haya más ideas suyas que mías. Mi amigo, cuyas iniciales son Manuel L.A., me expresó claramente su desconfianza de que políticos que no creen en el espíritu ni en el “más allá” puedan legislar adecuadamente para el tránsito a otra dimensión,  ignorando que el hombre (y la mujer, como dirían ellos) está compuesto de espíritu y materia, y ésta se rige por leyes físicas.

              Para legislar sobre la muerte hay que tener verdadera conciencia de lo que es ésta. Hay que dejar morir en libertad, sin robar a nadie ni un solo minuto de su tiempo. El marcar el momento y lugar para abandonar la vida es tanto como hacer salir el feto del claustro materno sin haber terminado su proceso de perfección. Legalizar la eutanasia es deshumanizar la Medicina, poner fin  a la confianza depositada en esa profesión durante milenios por todas las culturas. Una sedación final es despojar al enfermo de su conciencia y su tiempo para afrontar  el último y más importante acto de su vida, como es su propia muerte. La solución es ayudar al moribundo mediante la Medicina paliativa a superar el dolor y la angustia de los últimos momentos con unos cuidados integrales sin alargar la agonía por medios artificiales. Los partidarios de la eutanasia la presentan como algo inocuo, “muerte dulce”, “muerte digna”, como si no fuera otra cosa que dar muerte a otro consciente y deliberadamente, presentando un crimen como algo misericordioso, solidario y hasta fraterno, pues su desconocimiento de lo que es la vida y la muerte ni siquiera es comparable con el pobre conocimiento la Ciencia tiene del Universo y de las religiones de Dios.